En un Estado en el que se gobierna ejerciendo una drástica autoridad soberana sobre todas las instituciones, como único representante de la institucionalidad, líder ideológico y representante de un modelo revolucionario, solo cabe fundamentarse en su visión divina e indisoluble con el pueblo y en su interpretaciónomnímoda de la norma constitucional para autoatribuirse poderes y lograr la dominación política.
Este jefe de Estado teocrático, superior al presidente elegido, como es el ayatolá Kamenei, exclamó ante el ajusticiamiento del clérigo chiita Al Nimr que “la sangre inocente de este mártir tendrá un rápido efecto y una venganza divina”. Este líder político religioso, crítico del Gobierno de Arabia Saudita, no había sido un promotor de violencia, para que junto a otros 46 imputados sean ajusticiados. La versión de Arabia Saudita, sin embargo, lo acusaba de extremismo, incitar a la oposición y promover la adquisición de fondos y armas para las operaciones de desestabilización. La acusación iba más allá de intentos conspirativos hasta llegar a participar en reclutamientos y operaciones militares, razonamientos para la autodefensa de la estabilidad saudí.
Los pronunciamientos internacionales no se hicieron esperar. Países directamente involucrados, como el caso de Bahréin de mayoría chií pero de gobierno suní, siguieron la decisión saudí en el rompimiento de relaciones diplomáticas. Otros como Estados Unidos y la ONU pidieron cordura ante la escalada de la crisis. Pero el conflicto no se queda únicamente en el ámbito de los derechos humanos, en países que ya han tenido censuras al respecto. Tampoco se puede estimar la decisión saudí como una medida de desvinculación con la tolerancia y auspicio de violencia que se atribuye a Arabia Saudita, porque en igual forma, ambas partes tienen serios involucramientos.
La implicación saudí en Siria apoyando a la rebelión mientras Irán apoya a su gobierno alawita, tiene equivalencia con el apoyo iraní a la rebelión Houti en Yemen, cuyo Gobierno es apoyado por Arabia Saudita, confrontación que invalidará las conversaciones realizadas en Viena para intentar frenar la guerra civil de Siria. El problema tiene un trasfondo geopolítico; y es que una vez que se ha logrado el acuerdo nuclear de Irán tiene la autorización para el desarrollo nuclear de uso pacífico sin la posibilidad de adquirir o desarrollar armas nucleares, con lo cual se impulsa su carácter hegemónico regional. Además, con el levantamiento de las sanciones tendrá mayores oportunidades para retomar su cuota de exportación de petróleo, de más de un millón de barriles por día que ha perdido en esta década.
Esta recuperación también favorecerá a los países de la OPEP, incluyendo a Arabia Saudita, que a pesar de tratar de frenar la producción de Irán se verá limitada por sus acuerdos de venta con EE.UU. y sus apuros presupuestarios, haciéndose más difícil su estrategia de contención. Estas son las razones que no se toman en cuenta antes de conformar una comisión, como la ecuatoriano-venezolana, para en un papel ridículo de política internacional pedir a la OPEP, “Proteger los precios”; es decir “recortar la producción” de su cuota de exportación equivalente a un tercio de la producción mundial.
Columnista invitado