Con la vergonzosa complicidad de los militares y de la Guardia Nacional Bolivariana, y de ciertos socialistas del mundo que fungen ser democráticos, la gloriosa República de Venezuela permanece secuestrada por un gobierno opresor y corrupto, que se encuentra sometido a los tenebrosos designios de una pandilla totalitaria internacional.
La dictadura de Maduro obstruyó sistemáticamente el legítimo ejercicio de las funciones de los asambleístas elegidos por el pueblo y las que ejercía la Fiscal del Estado; organizó, con refinada falsedad y sobre la base de la ingenuidad de ciertos ciegos y la complicidad de sus aliados internacionales, conversaciones que tenían el evidente propósito de engañar a la comunidad mundial, retardar los procesos electorales y perpetuar su dominación sobre Venezuela; postergó, con la complicidad de la función electoral, la elección de los gobernadores de los estados hasta elegir inconstitucionalmente una Constituyente que ejerza poderes supremos en beneficio de sus designios, en detrimento de la Asamblea y de la Fiscalía cuya personera fue destituida y está perseguida. Consolidado el dominio absoluto, excepto sobre la Asamblea, a la que despojó de sus legítimas atribuciones, llamó a la elección de los gobernadores estatales, mientras Maduro amenazaba que los que sean elegidos deberán jurar su cargo ante la inconstitucional Constituyente para ejercerlo. Ahora, con inaudito descaro, ha convocado al pueblo para que, bajo la misma fraudulenta función electoral, elija autoridades municipales.
No cabe duda que Venezuela está secuestrada por una siniestra dictadura que cada día acentúa más y más su índole totalitaria. La Constituyente acaba de aprobar una “Ley contra el Odio”, mientras los gobernantes extreman sus amenazas, su odio y sus incitaciones a la violencia; en tanto que en los barrios, calles y plazas, los pandilleros de los comités de defensa de la revolución imponen su dominio brutal mediante el espionaje, la delación, la agresión y el silencio del terror.
La “Ley contra el Odio” no es más que un perverso recurso para acallar todo reclamo y protesta. Castiga hasta con 20 años de prisión a todo aquel que, según el gobierno, incite al odio: triquiñuela ésta, utilizada para desacreditar todo reclamo contra la opresión, el hambre, la carencia mortal de medicinas, la desnutrición de los niños y la protesta ante el despilfarro, el robo, el narcotráfico y otros abusos y delitos del poder.
Sin embargo, publican fotos de los áulicos ociosos y a sueldo, saciándose con los despojos de su país, como si fuera una prueba de que los venezolanos disponen de alimentos, cuando en realidad los buscan en la basura porque las tiendas, mercados y boticas están vacíos, los hospitales paralizados, y la gente emigrando masivamente a otros países en busca de trabajo para alimentar a sus familias, mientras en su patria, la más rica en recursos naturales de América, continúa el despilfarro y el saqueo con la complicidad de militares y policías.