La situación de Venezuela y el gobierno de Maduro, son insostenibles. Por más que se diga que los medios de comunicación privados y algunos extranjeros, distorsionan la realidad para hacer creer que se trata de un complot internacional orquestado por Washington y sus tentáculos, y que hay un bloqueo a su gestión, no tienen manera de resistir. Puede que haya algo de todo ello pero Maduro se destruye por su propia irresponsabilidad. Es una situación indefendible.
Así como el pueblo se pronunció a su favor para elegirlo presidente en abril de 2013, ese mismo pueblo le dijo no en diciembre de 2015 y, de forma aplastante, apoyó a la oposición en las legislativas. Esa es la democracia. Maduro ha demostrado ineptitud en la administración del Estado e insensibilidad frente a su gente que muere a causa de la violencia, del hambre, de la falta de medicinas, de la corrupción. Y el resultado está a la vista. La verdad es que no se “respira felicidad”, como ingenuamente afirma nuestro Canciller.
Y esta situación no la sostienen los poderes fácticos que siempre están ahí para medrar de la escuálida economía en su beneficio. ¡No, lo reconoce el propio Maduro cuando dispone no trabajar dos o tres días por semana para ahorrar energía eléctrica! Esto es lo más cercano a un Estado fallido. Que contradicción, el país con mayores reservas de petróleo en el mundo cayéndose en pedazos, desabastecido en más de un 80%, hambriento, inseguro y sin instituciones.
Hay que reconocerlo: el único que salva a Venezuela es su pueblo con su Constitución y sus leyes. Patético el rol de la Organización de los Estados Americanos, en especial el de su Secretario General, rescatable pero insuficiente el de UNASUR, vergonzoso el de algunos países de la región que estaríamos llamados a ayudar a ese pueblo hermano.
En Venezuela debe aplicarse ya el referendo revocatorio recogido en su propia Constitución, liberarse a los presos políticos, porque eso son, y ofrecer ayuda humanitaria a ese sufriente pueblo que saquea tiendas y farmacias para poder sobrevivir.
No entiendo por qué Maduro, que se dice tan demócrata, impide que el pueblo se pronuncie ya, en aplicación de esa democracia y de la Constitución que elaboró a su medida Chávez. ¿Por qué no hacerlo? ¿O será que espera llegar a una situación en que la sangre determine el futuro de Venezuela?
PS. La curiosidad que planteé en una columna anterior sobre el pasaporte utilizado por el Canciller Long para entrar al Reino Unido en misión oficial a fin de entrevistarse con autoridades británicas y con Assange, tiene respuesta: no usó pasaporte ecuatoriano. ¿El Presidente, que con acierto pregona la soberanía nacional, conoce este desatino? ¿Es esto aceptable? ¡Como ecuatoriano yo digo no, no lo es!
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