La crisis política y económica de Venezuela tiende a agravarse. Más de 28 muertos, decenas de heridos y cientos de detenidos así lo demuestran. Las protestas estudiantiles estallaron hace un mes y Maduro, pese al brutal uso de la fuerza, no ha podido sofocarlas.
La inflación más alta del mundo, la carencia de productos básicos y el auge de la delincuencia y el crimen están movilizando a un sufrido pueblo que exige cambios en el Gobierno del socialismo bolivariano del siglo XXI.
Siguiendo consejos ornitológicos, Maduro ha dicho que está luchando contra intentos de desestabilización, auspiciados por el “imperialismo y sus lacayos”.
América no puede permanecer indiferente ante esta tragedia que avergüenza e indigna a todos. Panamá sugirió una reunión del Consejo de la Organización de Estados Americanos y Maduro respondió con insultantes diatribas contra su Presidente y la ruptura de relaciones diplomáticas y económicas.
Los jefes de Estado de Colombia y Chile hicieron un llamado al diálogo y recibieron de Maduro severas y torpes advertencias.
Con un inexplicable retraso se reunió el Consejo de la OEA. Mientras algunos países invocaron la necesidad de exigir que se suspenda la violencia, venga de donde viniera, y se inicie un diálogo entre todos los venezolanos, otros suscribieron como propias las acusaciones de Maduro relativas a una conspiración imperialista.
El resultado fue una declaración tibia que a nadie satisfizo. Una vez más, por encima de la obligación de defender y fortalecer los derechos humanos y la democracia, como lo sostiene la “doctrina Roldós” incorporada en la Carta de Conducta de Riobamba, se impuso, más que el principio de no intervención, la solidaridad ideológica de los socialistas y la timidez general.
El secretario general Insulza dijo que sorprende que algunos Estados que, en el caso de Honduras, exigían una enérgica reacción continental, digan ahora que cualquier acción de la OEA equivaldría a intervenir en asuntos internos de un estado?
Afirmó que lo ideal sería que los venezolanos resuelvan su problema, pero que la actuación de un tercero imparcial no debería descartarse ni dividir a la Organización de Estados Americanos.
La inauguración del nuevo período presidencial de Michelle Bachelet hizo posible una reunión de Unasur, en la que se acordó constituir una comisión de cancilleres que viajaría a Caracas para propiciar el diálogo entre el Gobierno y las fuerzas políticas.
Ojalá esta comisión logre convencer a Maduro que la paz social se consigue cuando la sensatez, la tolerancia y el respeto de los derechos y libertades orientan la labor del Gobierno, cuando el poder escucha la voz del pueblo y permite la expresión de todas las ideas, sin considerar enemigo ni insultar al que discrepa, ni pretender imponer, mediante reelecciones indefinidas, el trasnochado ideario socialista.