Como para consolidar su pésima fama Venezuela ha terminado por herir al último bloque regional al que no había podido acceder. Acabó con la CAN, la OEA, la Aladi y otras organizaciones a las que en innumerables ocasiones las calificó de “instituciones al servicio de los intereses imperiales”. El Mercosur -cuestionado desde sus orígenes e incapaz de llevar adelante sus mínimos acuerdos comerciales- ha sido siempre del interés del gobierno de Chávez siendo su ingreso impedido por el congreso paraguayo que mayoritariamente había rechazado su membrecía. Ahora con dos golpes demoledores a la organización: la suspensión de Paraguay del bloque y el aprovechamiento de ese estatus para imponer el ingreso de Venezuela, las cosas se muestran francamente pesimistas con referencia a su futuro.
¿Cómo podría ahora el Mercosur sostener su discurso político de no claudicar ante los gobiernos que no respetan los derechos humanos cuando por un lado castiga a Paraguay que removió a un presidente por la vía constitucional y hace ingresar en el mismo momento a Venezuela de contrabando y de manera absolutamente ilegal? Es imposible que esa organización nacida en el Tratado de Asunción el 26 de marzo de 1991 puede ahora ser la referencia comercial y política de un bloque donde la prepotencia de tres de los cuatro miembros se encargan de llevar adelante sus decisiones sin discutirlas ni arribar a consensos. El Mercosur está muerto como organización regional y es de nuevo la Venezuela de Chávez la que le da la estocada final a uno de los tantos proyectos regionales nacidos en esta América Latina tan carenciada de madurez, respeto y legalidad.
Los modos determinan el fondo de las cosas, y el Mercosur ha demostrado que lejos que Brasil y Argentina cumplan el rol que tuvieron en la Unión Europea: Alemania y Francia, el interés solo se mide en relación a cuanto pudieran vender a un país como Venezuela cuya productividad ha bajado por los suelos pero cuyos ingresos petroleros lo presentan como un mercado donde su situación interna desde el punto de vista político, social o económico nada importa a los demás miembros del bloque. Los uruguayos tributarios de una larga tradición de respeto a las normas y que habían sufrido en carne propia la prepotencia Argentina con el cierre de un puente fronterizo hoy se lamentan escuchar a su propio presidente Mujica quien reconoce que el ingreso de Venezuela al bloque regional es bueno para los “exportadores de pollos”. Un acuerdo político que se sustenta en estas realidades es absolutamente inviable como proyecto de integración que asegure a sus miembros un desarrollo en armonía, respeto, autodeterminación y valores democráticos.
Venezuela le ha vuelto a clavar un puñal a otro proceso integrador latinoamericano.