En lo que es solo una muestra más de la debacle económica venezolana, la semana pasada, el diario venezolano El Impulso –diario regional que, con 110 años de fundado, es el más antiguo de ese país– anunció que suspendería su circulación. Todos los esfuerzos como reducir sus páginas, no habrían rendido frutos: el periódico denunciaba no tener acceso a papel para imprimir.
El jueves, sin embargo, el diario consiguió un poco de aire: un cargamento de papel para dos semanas más. La situación de fondo, sin embargo, es la misma que tan gráficamente explicó su editor: “Nos tienen trabajando con el agua por encima de la nariz, nos dejan respirar un ratico y volvemos abajo del agua”.
El Impulso no es el único periódico que enfrenta serios problemas. Únicamente en el último mes, otros cuatro diarios regionales se han declarado en emergencia por la crisis de papel, que se origina en la dificultad de acceder a las divisas que permitirían su importación. Para la ONG Espacio Público, en el último año habrían dejado de circular más de 10 diarios y 18 estarían en riesgo de cerrar. Los únicos que parecerían estar pasando por un buen momento son los diarios oficialistas: el presidente Maduro acaba de anunciar la creación de dos periódicos más, que se suman a los cuatro que ya maneja el oficialismo. “La Vicepresidencia de Propaganda –ha dicho el mandatario mientras daba la noticia– va a activar un conjunto de brigadas propagandísticas que salgan a mover la calle, la opinión pública”.
Lamentablemente, los medios también se enfrentan a los continuos ataques a la libertad de prensa del Gobierno venezolano. Este año, por ejemplo, el Gobierno obligó a las radios y a los canales de televisión de señal abierta a transmitir más de 70 programaciones, que, con un contenido manifiestamente populista, duraron al menos 125 horas. Cuatro de ellas solo exaltaron a Chávez. Existen, peor aún, roces más “directos” entre el Gobierno y los medios.
En abril la SIP recogía datos del Colegio Nacional de Periodistas y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, según los cuales desde la ola de protestas de febrero más de 100 periodistas habrían sido detenidos, amenazados, golpeados o heridos; la SIP también aseguraba que se habría ordenado el cierre de múltiples portales de Internet “lesivos a la revolución”. Nada muy diferente a lo que, el año pasado, ya alertaba la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión: normas incompatibles con la libertad de expresión y numerosos periodistas detenidos y agredidos.
El sufrimiento que viven los medios no acaba aquí. En lo que nos da una idea de la situación generalizada del país, El Impulso ha manifestado que otros elementos centrales de su crisis serían la dificultad de conseguir equipos y repuestos, y la caída de publicidad producto de la situación económica venezolana. Y esto, en un país con una inflación anual de más de 63%.