¿Realmente le duele al poder político la masacre a los emigrantes latinoamericanos en Tamaulipas, México?
¿Cuántas veces se piensa, desde el periodismo oficial, en los ciudadanos vulnerables y desprotegidos a los cuales, justamente, el Estado debe proteger?
Cuánta razón tiene el periodista salvadoreño Óscar Martínez, director del diario digital elfaro.com, especializado en temas de migración .
En un reciente artículo titulado ‘Nos vemos en la próxima masacre’, Martínez ironiza la actitud de los gobiernos, los organismos internacionales y la prensa frente a la supuesta preocupación general por el tema.
Y eso es tan cierto en el Ecuador, que acabamos de presenciar un episodio vergonzoso alrededor de esa actitud oficial.
El lunes, en una rueda de prensa para explicar cómo el Régimen trajo al país al sobreviviente de la matanza, el Canciller pide a los medios que “no traten de localizar” a Freddy Lala, con el pretexto de que todos debemos “protegerlo y cuidarlo”.
El martes, en una entrevista en el canal gobiernista GamaTV, el ministro de Seguridad del Estado insiste en que se debe respetar la privacidad y la intimidad de Freddy Lala.
Sorprendentemente, el miércoles, el noticiero de GamaTV difunde una entrevista “exclusiva” realizada por personal del Gobierno, probablemente en el avión presidencial que lo trajo al país.
¿De qué se trata este doble juego?
¿Cómo así el sobreviviente a quien “no había que localizar” aparece en un medio del Go-bierno?
¿En qué discurso hay que creer, en el de los ministros o en el de los medios vinculados con esos ministros?
¿Qué clase de ética pretende enseñarnos el oficialismo (siempre tan crítico y agresivo con la prensa privada) cuando burla la delicada línea que separa la ética de la antiética, tanto en el ejercicio de la política como en el del periodismo?
¿No es eso, precisamente, lo que dicen que quieren combatir con la Ley de Comunicación que la Asamblea está por aprobar?
No creo en las justificaciones posteriores, y mucho peor si estas vienen de funcionarios que manejan con perversidad y cinismo las poderosas herramientas mediáticas que tienen entre manos.
Si los ministros y los funcionarios piden respetar la intimidad del sobreviviente, el más elemental ejercicio ético político implicaba que ese respeto empezara por casa, es decir, por los medios que ellos controlan.
Los que tanto critican el sensacionalismo, la crónica roja, la falta de equilibrio, las medias verdades, el manejo del morbo y el amarillismo son los que ahora lanzan ese tipo de ‘primicias’.
Eso se llama abuso de poder, uso de información privilegiada y falta de la más elemental ética.