No puedo dejar de decirlo. Resulta penoso constatar como un grandísimo escritor, premio Nobel de Literatura cae, en el otoño de su vida, en una decadencia lastimera a causa de una vanidad superficial.
Mario Vargas Llosa, que es a quien me refiero, ha tenido una sinuosa carrera pública en las letras, la política y actualmente en la llamada prensa del corazón.
Sus primeras novelas: La Ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral fueron y son obras maestras de la literatura en español. Fueron cuestionadoras, originales y, sobre todo, bien escritas. En ellas, además de cuentos y ensayos de su primera época, y en sus pronunciamientos públicos, Vargas Llosa hizo gala de su posición política progresista y de solidaridad con los más desfavorecidos debido a las injustas estructuras económicas y políticas de su Perú natal al cual se encontraba estrechamente vinculado. Como es inevitable en un escritor tan prolífico, tuvo también resbalones en su producción literaria pero que no afectaron en lo más mínimo su calificado recorrido literario.
La fama regional y mundial adquirida por su brillante pluma le llevó a creerse predestinado a ser presidente del Perú. Su engreimiento y su involución política a una derecha neoliberal trasnochada le llevaron a creer que su campaña electoral en 1990, a su retorno a su país desde Europa, sería un paseo triunfal, una especie de coronación del hijo pródigo. No fue así. Un desconocido pero tenaz candidato de origen japonés, Alberto Fujimori, se encargaría de cortar ese victorioso camino que había creído tener para llegar al poder.
Desencantado y dolido dejó nuevamente el Perú y se radicó en Madrid, donde en 1993 adquirió la nacionalidad española y hasta recibió el título nobiliario de Marqués de Vargas Llosa ¡por parte del rey Juan Carlos! Cobijado bajo esta nueva nacionalidad se dedicó a escribir con la calidad de siempre y a disfrutar de la vida alejado de los desposeídos de su país que en su juventud defendió con convicción.
Sobre su vida privada: matrimonios, relaciones familiares, romances no comento. Todo ello es privado y a nadie le debe importar.
Sin embargo, y esto ya está en la esfera pública pues él mismo lo ha querido y buscado, Vargas Llosa ha festejado hace unos días su 80 cumpleaños con un banquete en un exclusivo hotel de Madrid, muy similar a lo que habría podido ser una fiesta al estilo de Paris Hilton.
Lo más granado de las finanzas, de la política y del “mundo del corazón”, tal como llaman en España a las celebridades insulsas de la chismografía, codeándose con lo más granado de los expresidentes latinoamericanos y españoles de la rancia derecha –ningún peruano, por supuesto-.
¡Qué diferencia con otros enormes premios Nobel de nuestra literatura latinoamericana! Neruda, Mistral, Asturias, Paz y García Márquez. Genialidad, sencillez y coherencia.
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