¿Quién es Valeria?

Valeria y su padre yacen boca abajo, inertes en una de las orillas del Río Grande en la frontera entre México y EE.UU. La pequeña, que no ha cumplido dos años, está cubierta por la camiseta de papá, aferrada con sus manitos rígidas a la tela y quizás también a la piel fría de ese héroe que por más esfuerzos que hizo, sucumbió con ella en esas aguas. Sin duda papá sigue siendo su héroe, pues ahora ambos han cruzado juntos todos los límites que les fueron impuestos en este mundo.

Valeria es una de esas niñas que apenas alcanzó a comprender lo que era la escasez, el hambre, las enfermedades y las incomodidades, males que se contraponían seguramente con las caricias de mamá, con las bromas de papá, con el gusto incomparable de llevarse un dulce a la boca o con el placer inmenso de reír a carcajadas.

Valeria es una de esas pequeñas que por los caprichos del destino o por algún pérfido designio nació en medio de la pobreza y no tuvo la suerte de vivir más tiempo para doblegarla o aprender a vivir con ella. Es una de esas jóvenes que no sentirá nunca los cosquilleos del primer beso ni entenderá jamás lo que es formar una familia, amar a otra persona que aparece de pronto en la vida, tener hijos y desvivirse por ellos tal como lo hizo su padre en aquel río.

Valeria es una de esas niñas abusadas, temerosas, frágiles, destruidas por un monstruo que las visita desde que tienen memoria. Es una de las criaturas inocentes que están obligadas a llevar otra criatura en su vientre, forzadas a parir y a entregar a su bebé en adopción o a cuidarlo igual que a otro de sus muñecos si es que tienen la fortuna de sobrevivir al parto.

Valeria es una de aquellas chiquillas que mueren cada día por abortos clandestinos, una de esas jóvenes perseguidas y encarceladas por deshacerse del hijo de su propio padre, de su abuelo, de su tío, del violador que les arruinó la vida.

Valeria es una de esas mujeres que, engañadas, han logrado cruzar fronteras para terminar en manos de las mafias que las obligan a trabajar en las calles o en los prostíbulos de pueblos y ciudades. Es uno de esos seres espectrales que sufren síndrome de ansiedad, o de los maniquíes esqueléticos que duermen en los parques o bajo los portales. Es una más que aguanta los golpes o los maltratos de su hombre, una más que ha sido manoseada en un autobús, aprovechada en un bar cuando se pasó de tragos, una más de las que ha recibido propuestas indecentes, chantajes indecorosos o portazos de despedida cuando se ha negado a caer en sus garras.

Valeria es una de esas jóvenes que cargan sus guaguas en las esquinas suplicando por una limosna. Es una de las niñas que juguetean en los parterres o de las que venden flores en los semáforos. Valeria es hija, hermana, nieta, sobrina, madre…

Valeria es mucho más que una princesa dormida por toda la eternidad en brazos de su príncipe, es la imagen más atroz de este mundo, la de los seres que son tratados como despojos de la humanidad.

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