Se ha ido del Ministerio de Salud alguien que hace poco mereció un olvidable elogio: ‘el Maradona del plan de vacunación’ sin el cual no sería posible tener éxito.
Maradona fue un genio del fútbol y encarnó las contradicciones humanas, con los claroscuros propios de los irrepetibles. Aquel icono fue incapaz de administrar su fama y su fortuna y se acostumbró a culpar al resto de sus fracasos.
¿Se puede meter gol con la mano y esperar el aplauso en un tema tan delicado como el de las escasas vacunas contra el covid-19? Los graderíos están enardecidos y los hurras solo llegan de los pocos beneficiarios.
Primero fue el uso anti ético y abusivo de vacunas para su madre. Después, la oferta a rectores universitarios, afortunadamente rechazada por quienes antepusieron los derechos de los otros.
Por último, apareció una lista, falsa en su hechura aunque no del todo en su contenido, porque en ella constan nombres de personajes que sí compraron el cuento de que su vida es más valiosa que la de millones de ecuatorianos.
Si el Gobierno no se siente con fuerzas para transparentar el tema caso por caso, se espera que los nombrados tengan la entereza de aclarar la situación, como ya ha sucedido con varios de ellos, para negar e incluso para admitir el hecho.
En la práctica, y así haya la promesa de 20 millones de dosis para los próximos meses, apenas ha llegado una parte de las 86 000 vacunas destinadas a una fase cero que ha desnudado el egoísmo y la desfachatez de quienes las han dado y las han recibido sin ser grupo prioritario.
Para la enfermedad de la prepotencia y del abuso no hay vacuna. Y seguramente tener en el cuerpo dos dosis de estraperlo puede ser más mortal que el propio covid-19.
¿Dónde está la ética y la transparencia de alguien que, como médico y ministro, debía tener claras las prioridades? Él debe responder por sus acciones y explicar la falta de transparencia conque ha manejado el plan. En otros países no se trata, no puede tratarse, como confidencial un tema de interés público.
Se entiende que un gobierno en plena etapa de desembalse, aquella en que los grandes personajes van esfumándose poco a poco, resienta la salida del número 10 para el resto del partido. En estos minutos adicionales que pesan al director técnico y a los jugadores, pero sobre todo a los espectadores, debe ser difícil ver marcharse con tarjeta roja a quien tenía la misión de meter aunque sea un gol, y no lo hizo a causa de su prepotencia y sus errores.
En la banca hay excelentes salubristas, personajes con ideas claras sobre la ética profesional y la salud pública y que, si bien no pertenecen al club, pueden hacer un partido decente. Y que sobre todo conocen los límites de la cancha y el juego limpio.
No ya el Gobierno, sino el país, necesitan un cambio. ¿O el presidente realmente piensa que la peor versión de Maradona es pérdida irreemplazable? Ya no solo necesitamos vacunas contra el covid-19 y la corrupción sino contra la rabia.
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