Las desaceleraciones económicas a menudo pueden ser caracterizadas como períodos de vacilación. Los consumidores vacilan sobre la compra de una casa nueva o un automóvil nuevo, pensando que ya sea su casa o su automóvil antiguos durarán en buenas condiciones por un tiempo más. Los gerentes vacilan en cuanto a expandir su fuerza de trabajo, sobre si deben comprar un nuevo edificio de oficinas o comprar una nueva fábrica, todos ellos se quedan a la espera de noticias que les permita dejar de lado sus preocupaciones sobre comprometerse con nuevas ideas. Visto desde esta perspectiva, hoy en día ¿cuán preocupados deberíamos estar sobre los efectos de las vacilaciones?
Vacilar es a menudo un concepto similar a procrastinar. Uno puede tener dudas vagas y sentir una necesidad de rumiar y reflexionar sobre asuntos; mientras tanto, otros temas se entrometen en el pensamiento y no se toman decisiones. Pregunte a las personas por qué procrastinan, y probablemente no obtendrá una respuesta clara.
Por lo tanto, ¿cómo tal comportamiento se generaliza lo suficiente para provocar una caída económica? De hecho, puede ser difícil discernir cuáles son las razones para posponer actividades que estimularían la economía.
Uno piensa primero en los comentarios de retroalimentación provenientes de otros que están vacilando. Los efectos sobre los ingresos y la psicología multitudinaria pueden amplificar cada vacilación. Sin embargo, debe haber existido algún factor inicial que comenzó el ciclo de retroalimentación – alguna fuente subyacente de vacilación.
La pérdida de “confianza” económica es una posible causa. Los índices de confianza publicados, disponibles desde la década de 1950, se basan en encuestas que preguntan a consumidores o empresarios sobre sus percepciones a cerca de la actividad empresarial y sus expectativas sobre futuros ingresos y empleo.
La “incertidumbre” sobre la política económica es otra posible fuente de vacilación. Si los empresarios no saben qué regulaciones, qué impuestos, o peor aún, qué nacionalizaciones sobrevendrán, pueden ponerse nerviosos. La idea es antigua, y fue expresada durante la Gran Depresión de la década de 1930; pero dicha incertidumbre no se midió bien, al menos no hasta hace poco.
En un documento de trabajo del año 2015 los economistas Scott R. Baker, Nicholas Bloom y Steven J. Davis construyeron índices de Incertidumbre sobre la Política Económica (EPU, por su denominación en inglés) para una docena de países, para ello utilizaron archivos digitales de noticias. Los índices (que incluyen índices para Canadá, China, Francia, Alemania, India, Italia, Japón, Rusia, Corea del Sur, España, Reino Unido y Estados Unidos) fueron creados mediante el recuento, en cada país y cada mes, del número de artículos de prensa que en los que aparecía la trifecta de términos formada por las palabras “economía” (E), “política” (P) e “incertidumbre” (U).
El índice para cada mes se determinó según el número total de artículos que contenían esas tres palabras, dividido por la cantidad mensual total de artículos en los periódicos determinados como fuente de estudio durante ese mismo período. Se consultó a personas cuya lengua materna es la del país cuáles eran las traducciones apropiadas para las tres palabras. Los índices preparados cubrieron varias décadas, y en dos países, Estados Unidos y el Reino Unido, el estudio incluso se remontó hasta el año 1900. El índice de Estados Unidos se correlaciona con la volatilidad implícita de los precios de las acciones en los mercados de opciones (VIX).
Estos economistas hallaron que el índice EPU de su creación presagia las contracciones económicas en los 12 países estudiados, y que en los dos países para los que prepararon índices a largo plazo, los valores EPU fueron altos durante la Gran Depresión. Pero, se preguntaron: ¿son las contracciones las que provocan incertidumbre? o, ¿es la incertidumbre la que provoca las contracciones? Dado que sabemos que las personas son altamente reactivas a lo que una dice a la otra, la causalidad más probable es la que funciona en ambos sentidos; es decir, en un bucle de retroalimentación.
La interrogante más profunda y más interesante se refiere a qué es lo que inicia esta incertidumbre. Para responder a dicha interrogante se requiere de caracterizaciones impresionistas de las historias e ideas existentes que podrían influir en los pensamientos del público sobre la economía – o podrían influir en la evitación de dichos pensamientos.
En lo que se refiere a la Gran Depresión, uno se pregunta si el alto grado de EPU estaba vinculado a las tendencias sociales después de los excesos de la década de 1920, impulsadas por el temor al comunismo y, en Estados Unidos, el temor a la política denominada como “New Deal”. Uno se pregunta si el miedo a los regímenes fascistas, y el miedo a una guerra que se avecina, prolongó la depresión después de que Hitler llegó al poder en el año 1933. La atención dedicada al libro de Johannes Steele del año 1934 titulado The Second World War, que predijo que evento del mismo nombre, indica que se debe haber hablado lo suficiente sobre el miedo a la guerra para apuntalar algunas vacilaciones. Para las personas que vivieron durante la Primera Guerra Mundial, la idea de una secuela de la misma debe haber sido una pesadilla que les quitaba el sueño.
Por supuesto, no se puede probar si la Gran Depresión fue o no fue realmente prolongada por estas historias. ¿Cómo podemos saber cuáles historias estaban afectando la forma de pensar de las personas? No obstante, por otra parte, podemos estar lo suficientemente seguros de que algunas de estas historias realmente afectan a la incertidumbre económica percibida.
Los psicólogos han demostrado que las personas muestran una “heurística afectiva” o una tendencia a etiquetar los recuerdos con las emociones y dejar que las emociones afecten la toma de decisiones, incluso cuando la decisión no se relaciona con lo que provocó las emociones. Un mal emparejamiento de emociones puede causar disfunción ejecutiva, inacción y vacilación.
Algunos tipos de historias que circulan hoy en día – que se relacionan con el creciente nacionalismo o el miedo a que los inmigrantes desafíen los valores culturales tradicionales – podrían apuntalar y dar lugar a mayores vacilaciones. La votación Brexit del mes pasado en el Reino Unido ha sido vista en todo el mundo, con un nivel extraordinario de alarma, como una señal de inestabilidad política. El incremento de la incidencia de terrorismo ha añadido un vívido ángulo emocional a tales acontecimientos.
*Project Syndicate