Columnista invitada
Sin lugar a dudas, la Biblia es el libro de libros. Ahí encontramos la narración e interpretación de los sueños del Faraón, quien tuvo un sueño, en el cual del Nilo subieron 7 vacas de hermosos aspecto y gordas, pero detrás de ellas subieron otras de mal aspecto y flacas y las feas y flacas devoraron a las primeras… Su interpretación, según se relata en el Génesis, significó que 7 años de abundancia serían seguidos de 7 años de escasez y hambre para Egipto, por lo que había que prever recursos y así lo hicieron.
La disminución de los ingresos, como consecuencia de la baja de los precios del petróleo en el mercado mundial, la diferencia negativa entre exportaciones e importaciones, han puesto en evidencia la llegada de las vacas flacas al país, que bien podrían comerse todo lo logrado en años anteriores, donde hicimos gala de suficiente liquidez y exuberante gasto público.
La gestión macroeconómica no difiere a la racionalidad del manejo de recursos de las familias. Todo lo contrario: la economía doméstica es una gran escuela en la cual se aprende la importancia de la planificación y la previsión de recursos para contingentes que nunca dejan de aparecer. Por eso existe el ahorro que si bien en el presente puede verse como una medida estéril, suele convertirse en la llave maestra para manejar las crisis.
Pero es tan difícil interpretar los sueños, como administrar la bonanza, y eso es lo que nos sucedió, multiplicamos por casi seis veces el presupuesto estatal desde el 2007, nos convertimos en compradores externos compulsivos, los funcionarios públicos crecieron en forma geométrica, fuimos altamente generosos repartiendo bonos y difundiendo política para “fortalecer” la democracia, “seguros” del flujo de divisas que ingresaban por la vía del petróleo y la reconocida gestión de la recaudación tributaria. No obstante aquello, los constantes saldos negativos de la Balanza Comercial, los cada vez mayores déficits presupuestarios y la tenaz afición al gasto público nos llevaron a la vía del endeudamiento agresivo primero con acreedores nuevos y luego con los convencionales, tan criticados en primera instancia.
Hoy, las vacas flacas han llegado y están devorando a las gordas, ya se han comido el 40% del aporte estatal para pensiones jubilares, también parte de los sueldos de los funcionarios que han tenido que disminuir sus ingresos, sin necesidad de incremento de la inflación, como 2 800 productos que vienen de fuera costarán más que antes, por las famosas salvaguardias impuestas y vendrá más.
Frente a esto se me viene a la mente la narración bíblica mencionada y la advertencia de Paul Samuelson, destacado economista y premio Nobel, quien asemeja el déficit fiscal con un monstruo que surge de las profundidades y se traga los recursos fiscales, aparte por supuesto del necesario ahorro que manda el sentido común.