Algunos fenómenos políticos son posibles o explicables por ciertos mecanismos psicológicos que son utilizados consciente o inconscientemente. El ser humano tiene una sorprendente capacidad para acomodarse a situaciones que parecen inaceptables. En condiciones de extrema penuria la gente sigue tratando de ser feliz, sigue intentando imaginar, como decía Albert Camus, un Sísifo dichoso. Algunas sociedades han tolerado por largo tiempo la reducción de libertades, la imposición de estados policiales, la expansión de los poderes más allá de lo establecido en las leyes, gracias a ciertas habilidades de supervivencia.
Un tema que conviene descifrar es el de las motivaciones que llevan a candidatos y electores a participar en elecciones mañosas en las que no hay posibilidades reales de ganar porque es el mandatario en ejercicio quien, utilizando los recursos del poder, busca un nuevo mandato. Cuando se controla desde el poder la legislación, los presupuestos y tiempos de la campaña, las autoridades electorales, el conteo y proclamación de los resultados, ¿qué lleva a candidatos y electores a comportarse como si todo fuese normal? En las recientes elecciones realizadas en Rusia en las que el dueño del poder solo cambiaba el nombre y la justificación de su autoridad, un periodista preguntó a una campesina rusa por quién se disponía a votar y ella respondió por Putin. ¿Por qué? Le insistió el periodista, y la campesina respondió: “Ja..ja.. ya me acostumbré a que él esté allí”.
El profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, Dan Gilbert, autor del libro ‘Stumbling on Happiness’, tiene una teoría novedosa. Sostiene que los humanos tenemos en el lóbulo frontal una especie de simulador que nos permite vivir en el cerebro las experiencias antes de vivirlas en la realidad. Se trata de un truco del cerebro para construir su propia felicidad. Cuando no tenemos la oportunidad de alcanzar lo que deseamos, damos valor a lo que tenemos o nos han impuesto. Este truco cerebral de Gilbert trae la posibilidad de ser felices, pero también puede traer la desgracia porque nos induce a adecuarnos a situaciones inaceptables en lugar de apelar a la resistencia, derecho de todas las legislaciones democráticas. La teoría de Gilbert ya la conocían nuestras abuelas que nos contaban la fábula de la zorra y las uvas. La zorra quiere alcanzar unas apetitosas uvas pero advierte que no podrá alcanzarlas por mucho que intente llegar a ellas. En lugar de irse frustrada la zorra echa una nueva mirada a las uvas y asegura que todavía están verdes, antes de alejarse tranquilamente.
Anticiparnos a la desgracia para acomodarnos a ella es lo que pretenden frases como ‘esto va a durar mucho’, ‘no hay posibilidades’, ‘tiene todo bajo control’; lo que están diciendo es que las uvas están verdes.