Los Pandora Papers, producidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (conformado por más de 600 reporteros, en 117 países), han sacado a la luz pública la riqueza que se ha buscado ocultar, la evasión de impuestos y el lavado de dinero de los más ricos y poderosos del mundo, entre los que se encuentran tres mandatarios de la región actualmente en funciones, incluido el actual presidente del Ecuador.
Aunque han existido otras investigaciones de este tipo, el antecedente de mayor recordación pública son los Panama Papers, publicados en 2016 por el mismo Consorcio Internacional de Periodistas, y cuyas revelaciones sobre cuentas bancarias y empresas offshore mediante las cuales se permitió desviar y lavar dinero en gobiernos pasados, aún tienen repercusiones políticas y jurídicas en el país.
Si bien estos son los últimos casos de indagaciones periodísticas que han evidenciado el manejo abusivo del poder y los fondos públicos, no son las únicas. Quizá el caso más recordado sea el de Watergate, que inició con la pesquisa de dos periodistas del Washington Post y tuvo como consecuencia la renuncia a su cargo del presidente estadounidense Richard Nixon, en 1974. Pero a este caso se pueden agregar una larga lista de investigaciones, nacionales y extranjeras, sobre diversos casos de corrupción de los administradores del Estado.
Y es que la función pública del periodismo -asignada a partir de las revoluciones (norteamericana, francesa y latinoamericanas) que crearon los Estados democráticos- fue constituirse en un contrapoder del Estado. Desde fines del siglo XVIII, el periódico se impuso como la institución encargada de observar, censurar y denunciar las acciones de los funcionarios públicos.
En palabras de Pierre Rosanvallon, los periodistas pasan a ser figuras centrales de lo político porque expresan la opinión pública y, de esa manera, compiten con los representantes electos en las urnas por expresar las expectativas de la sociedad. Esta competencia es permanente debido a que tanto la designación de representantes como la expresión libre de ideas son valores fundantes de la república.
Es así como la prensa asumió el papel simbólico de los censores del Antiguo Régimen, pero esta vez desde la sociedad civil, lo que buscaba hacerla independiente y democrática, una especie de institución invisible que velara por facilitar la reflexión e interacción entre grupos e individuos. Cuando el periodismo cumple con esta misión vuelve a encontrar su sitio en la sociedad y su utilidad para evidenciar las debilidades de colectividades opacas como las actuales. El futuro del periodismo, entonces, implica volver a sus orígenes: mantenerse como un censor de lo político y expresar la opinión pública; para ello requiere, como lo señalan sus críticos, una visión autocrítica que juzgue su propia actividad con los estándares a los que somete a quienes investiga.