El calendario de la reforma al Código de la Democracia ya vuelve a mostrar debilidades, urgen temas clave.
En esta ocasión la reforma para mejorar, volver algo más madura a una democracia que tarda en aprender -ya algo más de 40 años – llega al límite del tiempo.
Los asambleístas se fueron al descanso por mandato legal -vacancia legislativa – con muchas tareas pendientes.
Ahora la ansiedad por las reformas laborales, económicas, tributarias y hasta al Código Monetario pueden apretar los espacios y tiempos de discusión.
La ciudadanía critica la falta de ejecutividad de los parlamentarios. No faltará quien añore la práctica del autoritarismo y una mayoría obsecuente de alzamanos que actuaban en manada y muchos solo balaban.
Pero en una realidad dispersa de varios bloques, además atravesados por sus intereses de coyuntura o cálculo frente a una nueva elección, todo es más complejo.
No debemos perder de vista que en nuestro país siempre hay una elección a las puertas. Presidenciales cada cuatro años, y a mitad de período del Ejecutivo nacional, elecciones de municipios y consejos provinciales. Además, en los últimos años ( en este también ) siempre hay una consulta a la vuelta de la esquina.
La Asamblea recibió en Comisión General al Consejo Nacional Electoral y al Tribunal de lo Contencioso Electoral.
De las muchas propuestas y análisis profundos que pueden y deben reformarse hay algunas en las que cabe remarcar.
El proceso de asignación de escaños debiera ser proporcional. Procurar que la mayoría gobierne pero a las minorías se las escuche y su voz sea respetada. El método D’ Hondt no guardó proporción, y con una mayoría contundente se aprobó normas minimizando la voz y opinión de fuerzas menores sometiéndolas una casi hegemónica. Quizá los partidos y movimientos que tienen expectativas de llegar al poder no crean que con su aspiración a ser primeros y potenciar su sola mayoría alguien gana.
Otro aspecto que se debiera revisar es la mixtura entre elecciones distritales en grandes provincias y un sistema distinto combinado. Lejos de la representación más cercana se deterioró la calidad de los legisladores y no se logró el propósito.
La elección por listas o entre listas ha ayudado estos años a causar entrevero y a que los ciudadanos votemos por personas o corrientes cruzadas sin clarificar la representación. La elección debiera ser en lista cerrada pero conformada por una democracia interna que los partidos y movimientos casi nunca han cumplido.
El galimatías de candidatos (80 000) y de grupos (280,) a nada bueno conduce. Hay que regular y acotar de modo significativo.
Y la financiación de las campañas debe ser transparente y limitada para evitar gigantes financistas, apostadores a caballo ganador, mafias de todo orden que busquen incidir en la política y recetas de arroces de todos los colores, siempre venenosas e indigestas para la democracia. Visto está.