El año pasado, los gastos del el Presupuesto General del Estado fueron 24 mil millones de dólares. De eso, una tercera parte se pagó con deuda. Un tercio. Uno de cada tres dólares gastados por el gobierno vinieron de endeudarle al país, de endeudarle al próximo gobierno, a las próximas generaciones, a usted.
Los datos son realmente dramáticos. Según el Observatorio de Política Fiscal, el gasto del gobierno en el 2016 fue de USD 24 100 millones, mientras que los ingresos sólo llegaron a USD 16 600. Por cierto, esos ingresos vinieron casi exclusivamente de impuestos, porque después de una década de farra interminable, los ingresos petroleros que llegan hasta el Presupuesto son cercanos a cero (como resultado del bajo precio del crudo, los altos costos de producción, las preventas y los subsidios a los combustibles).
Entonces, con esos ingresos y con esos gastos, el resultado es un déficit de $7.500 millones, equivalente al 31% de los gastos, es decir, casi una tercera parte.
Eso es escandaloso. Tenemos un Gobierno que aumentó fuertemente sus recaudaciones tributarias, en algunos casos con impuestos altamente distorsionantes, pero que paralelamente disparó su gasto de una forma tan extrema que es imposible cubrirlos, a pesar de los abundantes impuestos que está cobrando.
Y la diferencia no es pequeña. A pesar de todos los impuestos que cobra, el gobierno tiene un ritmo de despilfarro tan descomunal, que para gastar un dólar, tiene que endeudarse en 31 centavos.
Claro que eso es políticamente muy rentable, aunque quizás la expresión correcta es “electoralmente” rentable, porque ese importante gasto público (USD 24 100 millones es una cantidad enorme de dinero), ha logrado impedir que la economía se paralice por completo. En nuestro país, donde la inversión privada está tan alicaída, el gasto público es el único motor que en algo le mueve a la economía. Si con ese enorme gasto la economía se ha paralizado tanto, imagínese cuánto más se hubiera trabado con un gasto todavía menor.
Entonces, con esta economía ‘no tan paralizada’, la popularidad del gobierno cae menos y sus perspectivas electorales mejoran. Claro que lo ideal sería cambiar el modelo económico y tener una economía que no dependa del gasto público y que se dedique a producir en lugar de dedicarse a vivir de unas rentas petroleras que ya no existen.
Porque como las rentas petroleras ya no existen, para mantener viva la ilusión hay que endeudarse, hay que vender campos petroleros, prevender petróleo, hipotecar el futuro, así sea a tasas de interés altas y plazos cortos. Hay que evitar que el pueblo se entere que estamos quebrados y que esas deudas algún día tendrán que pagarse y que ese petróleo prevendido tendrá que seguir entregándose a la China por muchos años más.