Hacia mediados del año 2015 ‘Mad Men’ habrá concluido. Los aficionados a esta serie, entre los que me incluyo, hemos comenzado a atestiguar su fin, luego de haber sido cómplices y encubridores de Don Draper por casi ocho años.
Mi fascinación con las series estadounidenses de última data (‘Breaking Bad’, ‘Mad Men’, ‘True Detective’) tiene que ver con la magistral construcción del antihéroe. Mientras el cine de ese país -en buena parte- se ha dedicado al ensalzamiento del héroe americano, patriota, sacrificado, que carga una portentosa bandera azul y roja y que refuerza el estereotipo del sueño americano (recordemos a ‘Argo’, ‘Salvando al soldado Ryan’ o ’12 años de esclavitud’, por nombrar algunas), las series han ido en sentido contrario.
En todas estas nos encontramos con personajes cuya psiquis se va tejiendo mediante tramas complejas, matices, zonas grises e indeterminadas. Hombres y mujeres, quienes se enfrentan a una diversidad de dilemas morales, ante los cuales escogen la mentira, la traición, la infidelidad, la adicción, la manipulación, entre otras. Pocos antihéreoes fabricados para la televisión con la precisión de un arquitecto de la naturaleza humana como Walter White/Heisenberg o Donald Draper. A ambos los amamos y detestamos por igual. Ambos, al igual que los personajes de una gran novela, permanecerán rondando en algún lugar de nuestra mente, poblando nuestro imaginario.
El universo de ‘Mad Men’ juega bajo las reglas de su propia estética. Con un guión prolijamente construido, es más lo que te deja en la imaginación, que los que los personajes revelan. La serie la construyen las sutilezas, el humor negro y las escenas prolongadas y plagadas de referencias históricas, políticas, literarias y psicoanalíticas.
El mundo de una agencia publicitaria en Nueva York de los años 60 y 70 es el pretexto para adentrarse en el mundo de las motivaciones oblicuas, a momentos oscuras y siempre fascinantes de sus personajes. En este universo actual en el que impera la corrección política, la escena de ejecutivos que beben, fuman, duermen y tienen sexo en sus oficinas en horario laboral, es provocadora. También lo es, por ejemplo, la personificación de una madre ama de casa, que desprecia a sus hijos.
Un hombre que surge de la nada y que labra su vida sobre una identidad falsa y varias mentiras subsiguientes son el inicio de un retrato de una sociedad que tiene mucho en común con American Beauty: una superficie que luce perfecta, pero que entraña una sociedad imperfecta, plagada de vicios y disfuncionalidades.
‘Mad Men’ creó corrientes de moda, pero lo más importante, volvió a elevar el estándar de la televisión. Trajo sofisticación y complejidad al lenguaje televisivo y será referente por muchos años más.