El ingreso de Venezuela por la ventana más pequeña -cuasi clandestina- al bloque regional del Mercosur es probablemente el último acto contra este proyecto que nació en Asunción, en 1991, y que sacó a Paraguay para meter a Venezuela en 2012. En medio, decenas de cumbres presidenciales intrascendentes y acuerdos comerciales nunca respetados. Brasil y Argentina demasiado inequitativos, injustos e incapaces de convertirse en la locomotora del proyecto integrador, como lo fueron Francia y Alemania en la UE, terminaron afectando con sus recurrentes escaramuzas comerciales a los socios más pequeños: Uruguay y Paraguay. Estos se quejaron donde podían, sin sacar nada favorable.
La Cancillería brasileña, otrora rigurosa en principios de no intervención en asuntos internos, ha dado un paso en falso en el tema de Paraguay y en el ingreso de Venezuela, que hoy su ex canciller Lampreia -en un lenguaje poco diplomático- afirmó que el “Mercosur es una marca desprestigiada en el mundo”. La gran pregunta es cuál es el interés de Venezuela y sus socios de la Alba de ingresar en proyectos a las claras fracasado? Algunos afirman que se pretende demostrar la inutilidad de los mismos para sustituirlos por un proyecto único que tenga a Chávez y Venezuela como líderes del mismo. No parece mala idea aquello de ingresar a un foro, minarlo desde adentro y denunciar su incompetencia para luego originar la creación de proyectos alternativos provocadores para aquellos que dicen que la Venezuela es un gran mercado para sus productos con un Mandatario que está dispuesto a todo si se le rasca donde le gusta. Es una jugada atrevida que el propio Brasil conoce muy bien en acciones conjuntas entre Petrobras y PDVSA, donde esta última no ha cumplido con su parte en proyectos emprendidos en el papel pero no ratificados en la acción concreta.
Los que pretenden unir a América Latina son los mismos que se empeñan en mantenerla conflictuada y desunida; casi como un sino irreversible que proviene desde los tiempos de la independencia. Estas jugadas divisivas generan, con razón, muy poco entusiasmo en la idea unificadora y demuestra qué tan lejanos están los sueños de Bolívar. Finalmente, cuando de nuevo el fracaso corone el proyecto ya habrá miles de chivos expiatorios para justificar lo claramente imposible con que ha sido llevada la idea.
El respeto a la autodeterminación de los pueblos ha sido un defecto de origen en los inicios de nuestro independencia como lo prueba el conflicto entre Santander y Bolívar, que parece no haberse puesto en perspectiva para entender cómo hemos sido concebidos en un marco de intromisión, conflicto personal y falta de respeto a las normas. Es tiempo de cambiar para que no todo siga igual como hasta ahora