En nuestro Ecuador hay, actualmente, una atmósfera de enojo, tendencia a la agresión, inconformidad y ánimo de ofensa por cualquier motivo. En esta atmósfera peligrosa sale a luz algo que ya existía pero que está adquiriendo mayor relevancia y peligro: síntomas de odio dentro de algunos grupos familiares, por cuestiones políticas.
De este fenómeno ya advertimos hace tres años, cuando en reunión familiar extensa, la parte joven se alineó en dos grupos: uno, de partidarios del Gobierno; otro, de inconformes y hasta adversarios.
La peor desgracia que puede afectar al Ecuador sería una crisis de la familia por cuestiones políticas.
El ser humano, entre sus pasiones, tiene dos profundas: el amor y el odio. Por amor, muchas personas van hasta el sacrificio. En cuanto al odio, actúa de un modo complicado, por tener en germen otros componentes afectivos, entre ellos el reconocimiento implícito de ciertas cualidades de la persona odiada. “En tales condiciones la vida del que odia discurre paralelamente a la del odiado, unida a ésta por un misterioso lazo”.
En la actividad política concurren las dos pasiones; y, por ello, acontecen efectos increíbles, como la masacre de ciudadanos sirios por su Gobierno; o las guerras civiles con asesinatos sin límite.
La familia en nuestro país se mantiene firme y unida. Surgen diferencias superables entre sus miembros. Solamente hay fractura, en ciertos casos por una sucesión hereditaria.
No se justifica, ni lejanamente, atentar contra la unidad familiar por la política. Debemos pensar que, en definitiva, en la base social hay millones de ecuatorianos trabajando y sufriendo limitaciones, pero con la obligación ineludible de pagar impuestos y tasas, particularmente el indirecto llamado IVA. Que ese dinero aportado va al Gobierno, cuyos componentes lo administran y disponen a su mejor entender y voluntad.
Entonces, si no tenemos oportunidad de entrar en el grupo de administradores del dinero popular, nuestra situación diaria continuará igual como ahora, con unos u otros políticos administradores, si no se les ocurre –como está aconteciendo- aumentar la carga tributaria y extraer el dinero del ciudadano aportante, mediante nuevas multas y sanciones administrativas.
Ya es suficientemente pesada la cruz que cargan padres y madres de familia que sufren los efectos de la agresión juvenil “bullying” en sus hijos; sometidos ellos también a la pobreza, al maltrato, a las exigencias de gastos para mantener el modesto “status” que exige la generalidad.
Que cada quien tenga sus ideas políticas, luche por ellas, pero sin llegar a poner en peligro la unidad de su familia, único lugar seguro para los de abajo a fin de sobrevivir con dignidad; y que alguno de sus miembros no tenga que financiar la vida con el hurto, el robo, la estafa, u otros delitos.