Un país que se iba africanizando ese era el mío, el único que tengo. Hasta hace poco, menos de una década. Democracia efectiva, división de poderes, independencia de la Función Judicial, derechos básicos: entelequias que estaban bien para los gringos. De iniciar un proceso que nos llevara a salir del pantano en el que nos íbamos hundiendo, ni como intento, como no ser la revolución de Alfaro que quedó trunca. País saqueado por banqueros, el mío, el único que tengo. Paros inauditos como los de la UNE, de cultura tributaria ni hostia, las universidades multiplicándose como hongos, desarrollo científico y tecnológico poco menos que en el piso, país dependiente hasta en el trigo para hacer el pan amargo de todos los días. Así era mi país, el único que tengo. ¿Libertad de expresión? Uno o dos diarios independientes, el resto comprometido con la paz impuesta por una oligarquía rapaz. Si de comparaciones se trata, mi país y Nigeria hermanos de infortunio hasta hace poco. Los dos, víctimas de la maldición que significa caer en manos de las transnacionales cuando se es dependiente y se cuenta con petróleo. Intervenir en defensa de los derechos humanos de los nigerianos, ¡ni mudos si el petróleo está en nuestras manos! Con lo de Angostura, ya se vio que mi país podía ser intervenido. El mío, un país pequeñito empeñado desde hace menos de 10 años en salir del infierno del subdesarrollo.
“El sueño ecuatoriano”, ese ha sido el tema de las intervenciones del presidente Rafael Correa en los foros de las universidades norteamericanas de mayor prestigio. Un Presidente latinoamericano que apunta al desarrollo científico y tecnológico como básico para lograr un sueño, es el que se ha presentado a juicio de la comunidad científica de los Estados Unidos. Nada de hacernos los pobres o los tristes, como ha sido usual. Requerimos de la colaboración de los hombres de buena voluntad, sí. Las ideas las tenemos claras y tanto como que 7 mil ecuatorianos se hallan haciendo estudios de posgrado en universidades extranjeras de prestigio y ya es una realidad promisoria la Ciudad del Conocimiento en la que se concentrarán y racionalizarán los esfuerzos de un pequeño país. El mejor interlocutor para hablar de sueños, las universidades y los científicos norteamericanos. Poderosos e influyentes.
En lo que a mi experiencia como investigador científico se refiere, fueron profesores de la Universidad de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts, ¡vaya coincidencia!, los que me brindaron mayor apoyo, incluidas transferencias tecnológicas, para nuestras investigaciones sobre biopatología andina.
Hablando de los sueños de un país como el mío, cuánta falsía en la carta de los 8 senadores norteamericanos, con solo puntualizar el hecho que 4 de ellos son republicanos, los que invadieron Iraq.