El miércoles, el CAL devolvió al Ejecutivo el proyecto de ley de Creación de Oportunidades cuyoobjetivo es arrancar el motor de la economía. Se trata de un extenso proyecto que reforma muchas leyes y de casi imposible estudio y modificación en los escasos 30 días permitidos para un proyecto de ley de urgencia económica. ¿Pero qué otro camino le quedaba al Ejecutivo, para atender la situación que heredó?
Este es el séptimo año de una profunda crisis. La causó el despilfarro fiscal durante la bonanza, robo y desperdicio de dinero de impuestos, petróleo y del que tomamos prestado en los mercados, crisis agravada por la pandemia que nos exportó China. A grandes males, grandes remedios. Es al presidente a quien le corresponde orquestar la estrategia de recuperación. Tenemos un sistema presidencialista, elegimos a dos vueltas un Presidente para cuatro años. No hay otro funcionario u organismo que pueda afrontar esa tarea. El Presidente propone su solución, y la respuesta del Legislativo es rechazarla.
Nuestra clase política reincide en mantener un esquema electoral en el cual la representación legislativa es dispersa. Eso es lo que conviene a tanto cacique o pequeña figura política, ya que les permite llegar a la Asamblea y negociar su apoyo al Gobierno. El costo es la gobernabilidad. Mahuad no tuvo herramientas para contener la crisis de 1998/99. Desde 1997, tres presidentes han sido defenestrados. Lo que cabe es elecciones de asambleístas en la segunda vuelta, lo que fortalecería la gobernabilidad, puesto que habría dos interlocutores dirimentes; el Gobierno y el principal bloque de oposición.
Hoy hay una gran dispersión en la Asamblea, y los movimientos que no están en el Gobierno razonan que si toman una posición constructiva, les va a ir mal en las próximas elecciones. De ahí que antes de conocer la propuesta del Ejecutivo, se pronunciaron en contra.
El proyecto del Ejecutivo tiene dos temas particularmente conflictivos: el alza de impuestos, ante la dificultad de reducir el piponazgo, el derroche y la corrupción en el sector público, y la modernización de la legislación laboral. Ambas propuestas podrían mejorarse, con una Asamblea dispuesta a colaborar en la búsqueda de soluciones. Pero no hay tal ánimo.
Con ese rechazo, otro presidente se hubiera contentado con hacer lo que es posible sin apoyo Legislativo: equilibrar de a poco las cuentas fiscales y dejar un país estable pero estancado: es lo que prevé la programación cuatrienal.
Lasso, sin embargo, tiene la ambición de dejar un país mejor. ¿Pero con qué herramientas cuenta? ¿Consulta popular? ¿Muerte cruzada? Ambas toman tiempo, alientan la confrontación, magnifican el riesgo de la desestabilización. Pero algo tendrá que hacer. Para salir de la crisis, la única estrategia posible, es la presidencial.