Los próximos resultados electorales no prometen o aventuran las emociones típicas de las carreras hípicas o reñidas competencias futbolísticas. Salvo en dos o tres casos, los resultados seccionales son ampliamente previsibles y por segunda vez -aunque en distintos escenarios- se repetirá el triunfo de los candidatos y las listas de Alianza País. No es un triunfo del movimiento, pues políticamente no existe, solo es del líder máximo. Pero es probable que se dé una diferencia, ya que los ganadores ni física o funcionalmente repetirán la experiencias de los 100 de la fama que llegaron a la Asamblea y los sometieron a un juramento de lealtad, bajo la prevención de caer en traición.
En estas condiciones, salvo un brujo desquiciado pudiera prever que desde las filas no gobiernistas pueda surgir una alternativa nacional con futuro. El vicio del egoísmo y su secuela de fragmentación, obnubila a sus líderes impidiéndoles percibir y menos comprender, que son parte de la estrategia para la conformación de un partido único. Por eso, algo de razón tuvo el extraño viaje a Cuba de los altos funcionarios del Consejo Nacional Electoral. Debe aclararse -respecto a esta visita y aprendizaje-, que se trata del modelo fidelista y no del soviético de Lenin. En este último, el proceso revolucionario siempre estuvo vigente la estructura -algunas veces monolítica y otras polifacética- del politburó del partido. Una situación que en Cuba no existe, pues, como buena tierra latinoamericana, el caudillo es fundamental por encima de todo.
Un caso diferente sería, si sumados la experiencia de los años del actual Gobierno y las derrotas electorales, algo alumbre a los noveles líderes para coincidir -luego de renuncias o resignaciones- a la conformación de un frente similar al de Capriles en Venezuela. En ese caso se trabajó en un programa de Gobierno, se depuraron candidaturas sin opciones, se rompieron los espejos y se consolidó una gran fuerza política para empezar un proceso alternativo al chavismo. Esto implicó superar la nefasta atracción del “marketing” y persuadir a una parte importante de la población para que comprenda la diferencia entre la proclama seductora y la gestión prepotente y diaria del ejercicio del poder.
Con mayor proximidad, el pueblo chileno acaba de dar una clara lección. En elecciones de concurrencia libre confirmó en una primera vuelta la percepción que existe luego de extinguirse la dictadura pinochetista: hay un tendencia mayoritaria que recorre desde la izquierda hacia el centro y otra que se ubica en los linderos de la derecha y que ha demostrado con Sebastián Piñera que puede ser alternativa y ejercer el poder sin extravíos. Los ejemplos citados hacen comprender que en el Ecuador la democracia poco avanza.
El caudillismo con recursos luce imponente, seguido de la algarabía de una masa que jura lealtad por las buenas o por las otras.