La actividad editorial de la Universidad Alfredo Pérez Guerrero (UNAP, sus iniciales), desde su fundación en 2005 no deja de sorprenderme y muy gratamente por cierto. En ediciones pulcras y de gran formato algunos de los títulos publicados debieron llegar con todos los honores a las bibliotecas de los destinatarios de una generosidad sin límites, como fue mi caso.
Entre tales bienes preciosos para un bibliófilo: ‘Moral individual’ e ‘Ideario’, de Alfredo Pérez Guerrero; ‘De la antropología a la vivencia espiritual’, del Jesuita Marco Vinicio Rueda; ‘Con la democracia a cuestas’, de Patricio Moncayo; ‘La patria heroica’, de Jorge Salvador Lara; ‘Dráculas del Ecuador’, del Centro de Investigación de Orquídeas de los Andes de la UNAP. Ensayo, ciencia, investigación. El pensamiento de quienes escogieron obras así para su publicación no puede ser más universitario, por serlo culto, liberal y limpio. Una de las actividades que definen el quehacer de la educación superior, cumplida a cabalidad.
En la evaluación realizada por el Consejo Nacional de Educación Superior (Conesup) sobre la situación académica y la producción científica de los centros de educación superior existentes en el país, la UNAP no se halla entre las mejor calificadas, y lo que es peor: en la ‘Evaluación de desempeño institucional’ realizada por el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Superior (Conea) a la UNAP se la ubica en la última categoría, la E, la de las 26 universidades y politécnicas que deben ser eliminadas como acto de depuración del sistema. ¡Vaya sorpresa! Desde luego que la actividad editorial de un centro de educación superior es un referente, un indicador digamos, mas no un determinante de su nivel académico. Si en verdad me apena la situación adversa en la que se halla la universidad que honra la memoria de uno de los maestros más ilustres que hemos tenido, debo aplaudir la decisión del Conea y el Conesup al haber iniciado los pasos que conduzcan a mejorar la calidad de la educación superior, crucial si pretendemos incluirnos en la era del conocimiento, la actual.
Los resultados de la evaluación del Conea fueron de conocimiento público el 4 de noviembre pasado. Está por verse cuál es la situación actual de los 26 centros que o debían ser eliminados o hallarse a la espera de reiniciar su funcionamiento de cumplir con requisitos mínimos, algunos tan elementales como que se disponga de espacios físicos adecuados. Para mis adentros me temo lo peor dadas las presiones –algunas animadas por la codicia- que sufre el Conea. Si el Gobierno baja la guardia, una nueva frustración se sumaría a las que nos han conducido a que nuestro desventurado país sea tierra de nadie. Una suerte de hora 25 es la que estamos viviendo. O salimos del pantano del subdesarrollo o nos ahogamos.