Si la pasada década fue “ganada” o “perdida” es una discusión que puede durar años, sobre todo porque unos dirán que ganó el Ecuador y otros que perdió. Cada vez son mejor conocidos sus “ganadores” individuales, algunos de los cuales ya están presos. Y también es claro que no fue, ni mucho menos, “década revolucionaria”.
Desde el principio sabíamos que Correa no era de izquierda, mucho menos socialista. Pero había la expectativa de que cumpliera sus propuestas progresistas. Nadie que sabía lo que significa la palabra revolucionario esperaba que el gobierno de Alianza País lo fuera, pero se pensaba que podía ser reformista, que hiciera cambios positivos. Ya sobre todo, luego de años de malos manejos de los recursos públicos, se aspiraba a que fuera honrado.
Pero la decepción fue monumental. Si al inicio el correísmo comenzó haciendo algunas reformas, pronto se convirtió en un gobierno clientelar, vertical y autoritario, que negó la democracia, concentró poderes y criminalizó la protesta social.
Siguió hablando cínicamente de “revolución”, pero pactó con los capitalistas más fuertes y consolidó monopolios. Habló al principio del “socialismo del siglo XXI” y luego ya ni se acordó, pero siempre apuntaló el capitalismo del siglo XXI.
Sin embargo, la marca más fuerte del correísmo ha sido el despilfarro y el mal manejo de los recursos del Estado. Hace tiempo podría haberse dicho que esta es una acusación temeraria. Pero ahora es la constatación de un hecho puro y duro, que la hacen desde dentro muchos que un día creyeron en Correa, incluso sus compañeros del más alto nivel, comenzando por el presidente de la República.
Ni la pasada fue una década revolucionaria, ni el correísmo le hizo bien al país. Un régimen que institucionalizó el autoritarismo y la impunidad solo podía terminar con acusaciones de ser una mafia. Se apoderaron de la palabra socialismo, la deformaron groseramente y la desprestigiaron. Y le dieron al término “revolución” el contenido rastrero que le han contagiado los déspotas y los autores de cuartelazos.
¿Se hizo en los pasados diez años una revolución? Desde luego que no. Una atenta lectura al libro de Antonio Posso “¿Una década revolucionaria?” permite confirmar esa visión. El autor hace un análisis de varias dimensiones del mal llamado “socialismo del buen vivir”: reforma política, estado y democracia, la perversidad de la corrupción, déficit fiscal y deuda pública. Como complemento publica su “testimonio parlamentario” con sus principales intervenciones en la Asamblea Nacional de los pasados cuatro años.
En las últimas páginas de la obra, Antonio Posso incluye un texto de título muy elocuente: “el fin de Correa”. Se trata de una constatación, pero al paso que vamos, mas bien parece una premonición.