Ramiro Rivera Molina

¿Un inmenso matadero?

‘La historia ha sido siempre un inmenso matadero”. Lo dijo el filósofo alemán Friedrich Hegel, (1770-1831) en uno de sus más relevantes libros, Filosofía de la historia, que apareció en los años treinta del siglo XIX. En su dialéctica idealista, aludiendo a tiranos y conquistadores, afirma que las guerras han sido parte constitutiva de los procesos políticos. Él vivió las guerras napoleónicas.

La señal de la historia ha sido la de los grandes imperios, desde sus esplendores hasta sus ocasos. Las guerras en el núcleo de la política o la continuación de la misma por otros medios, tal como lo resumió Carl von Clausewitz, quien vivió un tiempo de turbulencia, incluida la invasión napoleónica a Rusia.
Entre lo que dijo Hegel y la primera conflagración mundial transcurrió más de ochenta años. No se habían producido las dos guerras mundiales. No conoció los horrores del holocausto nazi ni los sangrientos regímenes totalitarios inspirados en el marxismo-leninismo.

Después de la primera y segunda guerra mundial, la federación socialista asimiló a 15 repúblicas en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Ucrania, una de ellas). El mundo estuvo sometido a la “guerra fría” y al “equilibrio del terror”. Luego del proceso de descomposición, la URSS, bajo el liderazgo de Gorbachov, con el Glasnost (apertura/transparencia) y la Perestroika (reestructuración), vino la caída del Muro de Berlín en 1989 y el hundimiento del comunismo. Esto empequeñeció las tensiones entre las potencias. El mapamundi geopolítico cambió. De lo que fue la Unión Soviética quedó solo Rusia y su afán imperial, en pausa.

Ahora, la humanidad siente con dolor la bruta y violenta invasión de la Rusia de Putin contra Ucrania. Norberto Bobbio, en Diálogo en torno a la República con Maurizio Viroli dice: “La característica del tirano es creer que lo puede todo”. Abusa del poder. No tiene límites. Mezcla, en su ejercicio la corrupción mafiosa y la crueldad.

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