Reinaldo Páez Z
Un año más
“La economía nacional se encuentra destrozada, el IESS y la salud pública atraviesan situaciones críticas, los derrumbes hacen peligar la integridad del oleoducto”.
Una pandemia mundialmente instalada, con virus de constante mutación, que se ajustan al principio darwiniano de la lucha por subsistencia de las especies que mejor se adaptan a la naturaleza.
Un país que, por desgracia, ha permitido que la corrupción replete de vergüenza al conglomerado y se disfrace con falacias de transparencia con las que engañan a un pueblo cándido y crédulo que, a pesar de haber sido el gran perjudicado, confía en el ejército de malandrines que gozan del dinero substraído y hace caso omiso del mensaje que dio Miguel de Cervantes en El Quijote: “Dad crédito a las obras y no a las palabras”.
La economía nacional está destrozada, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y la salud pública atraviesan situaciones críticas, los derrumbes hacen peligrar la integridad del oleoducto y están próximos a destruir la obra hidroeléctrica más grande y costosa del Ecuador.
La justicia está viciada, carece del equilibrio y de la corrección indispensables para que, con su justa aplicación, pueda garantizar la convivencia ordenada de los ecuatorianos y de sus instituciones.
La Asamblea Nacional inoperante cae, con frecuencia, en ridículo; la lucha entre bandas de narcotraficantes demuestra su barbarie en las cárceles del país. El posible involucramiento de oficiales y miembros de del Ejército y de la Policía, así como de jueces y fiscales, en actos dolosos, retratan la podredumbre que nos corroe.