Muchos profesores de las mejores universidades de Europa y América, al analizar la naturaleza del poder, citan a Tucídides quien, en “Las guerras del Peloponeso”, relata cómo Atenas trató de obtener la alianza de la isla de Milos en su lucha contra Esparta. Le envió un mensaje perentorio: “Tenemos poder para aniquilar a Milos. Necesitamos su ayuda. No queremos oír discursos sobre la ética o el derecho”. Cuando los melios respondieron que desearían mantener su neutralidad, un nuevo mensaje les anunció la destrucción: “Los fuertes hacen cuanto pueden y los débiles sufren cuanto deben”. Tucídides concluye que Atenas se dejó llevar por un criterio inmoral: “Quien puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia”.
Putin está repitiendo el discurso de los antiguos atenienses. Usando el poder ha creado una situación cargada de tensiones al exigir a Ucrania la entrega de Crimea. Su partida de ajedrez va en contra del derecho e implica la destrucción de la legalidad en sus relaciones con Kiev. Conocía las posibles reacciones internacionales y asumió un riesgo. Acercándose al filo de la navaja, ha logrado obtener un pronunciamiento popular para dar base a la anexión de Crimea.
El Ecuador ha mantenido históricamente una posición opuesta desde cuando, a comienzos del siglo XIX, el Gobierno de Lima adujo que la provincia de Jaén había decidido separarse de la Presidencia de Quito para unirse al Perú. Nuestras autoridades arguyeron, con razón, que la autodeterminación no era un derecho que podía ser ejercido por cada uno de los componentes territoriales del Estado. La doctrina internacional moderna reconoce la complejidad del tema y aplica ese derecho básicamente a los procesos de descolonización.
La anexión de Crimea ha suscitado un rechazo general; Estados Unidos y Europa han adoptado algunas sanciones contra Rusia; la ONU ha quedado inmovilizada a causa del veto ruso en el Consejo de Seguridad, en cuyo seno la abstención de China es significativa, ya que probablemente obedece a su posición política sobre Tíbet, Taiwán y Hong Kong. Putin ha reciprocado las sanciones recibidas: una escalada está a la vista.
Las tensiones internacionales empiezan a revivir el tenebroso ambiente de la guerra fría caracterizado por la búsqueda del equilibrio basado en la fuerza. Ningún Estado desea la guerra y todos lo saben. Por eso, algunos se arriesgan a medir hasta qué punto pueden dejar de lado el derecho, satisfacer sus ambiciones y quedar impunes. Tales Estados olvidan que, cuando Atenas destruyó Milos usando su poder, en desmedro del derecho y la moral, sentó las bases para su propia destrucción, apenas 20 años después. Sin el respeto a esos principios fundamentales de convivencia, pronto imperará la ley del más fuerte, la ley de la selva.