Los ecuatorianos, por supuesto, estamos de acuerdo con el presidente Rafael Correa en la necesidad de mejorar la educación superior y elevar, igualmente, la calidad del país, con todo lo que ello significa. El ex alumno lasallano durante 12 años y ex estudiante universitario de Lovaina y el resto asumió esa tarea con fe y altibajos.
Comenzó con la tarea de impulsar una nueva ley sobre esa importante materia. Intervinieron Senplades, los rectores, los profesores y los estudiantes –y en ciertos momentos, con su interés, el gran público- que –con sorpresa- fue descubriendo que en el Ecuador –que antes tuvo tan pocos centros de estudios universitarios y a veces solamente las facultades de derecho, ingeniería y medicina- hoy cuenta con 72 universidades. De ellas, para sorpresa general, 43 particulares (con un 35 por ciento del alumnado) y el resto públicas.
Novedad que solo puede explicarse por una crisis universitaria nacional que fue subiendo de tono y tuvo esa respuesta.
El primer proyecto provino de los jóvenes de Senplades, siempre muy innovadores, y todos los interesados dijeron que no les gustaba. Sobre todo protestaron los voceros de la universidad particular, quienes afirmaron que se trataba de trasladar a sus planteles todos los defectos de la universidad pública.
Pero ese proyecto hizo algo muy interesante y que nunca antes había sucedido. Unió a las universidades privadas y a las estatales. Luego fueron sumándose los debates, con pasos adelante y atrás, con casos interesantes y cosas amargas.
No se llegó, sin embargo, a un consenso aunque hubo voces que invitaron a evitar los radicalismos. A la postre, la aprobación fue estrecha, como de costumbre. Con 63 votos que la oposición dice que son 62 y el sector oficial 64. Finalmente: el anuncio de que venía el famoso veto, parcial no más, aunque produjo los sustos, críticas y apoyos que eran de esperarse.
Ahora se anhela que el presidente Correa ponga en práctica lo mejor de su anuncio: jugarse todo por un veto a favor de la calidad y nada más que la calidad para que el desenlace del episodio sea una universidad clase A, sin pequeñeces, utilizando lo mejor de los acuerdos logrados.
Nosotros aprovechamos la oportunidad para agradecer a las universidades Central y Católica, pese a que no nos doctoraron doctor. Lo que mejor nos sirvió fue la docena de años lasallanos. Pero en la entonces novedosa “U” de los padres Espinosa Pólit el siempre cordial doctor Víctor Hugo Bayas Valle dijo que había sumado faltas y atrasos por mucha dedicación al básquetbol y en el segundo intento –en la misma banca que el alumno Paz- los dos proclamamos que no nos gustaban las leyes y nos dedicamos a lo que nos entusiasmaba. El Negro a la casa de cambio y el suscrito al periodismo.