Hubo un tiempo en que los héroes deportivos representaban algo más que fuerza y fama: encarnaban valores. Para quienes crecimos admirando el boxeo, la pelea no era simple violencia, sino una disciplina con reglas claras, límites morales y un código de honor que todos respetaban. No se golpeaba por debajo de la cintura, no se atacaba a un rival caído y la autoridad del árbitro era indiscutible.
Aprendimos que en los momentos más intensos, la dignidad humana debía prevalecer. Esos campeones eran ejemplos de respeto, autocontrol, esfuerzo y disciplina, valores no se quedaban en el ring: se los llevaba al aula, al trabajo y a la vida diaria. Se respetaba la ley, se obedecía la autoridad, se seguían normas de convivencia.
Hoy, los referentes deportivos han cambiado. La UFC promueve la brutalidad por encima de cualquier regla. Golpes a un rival inconsciente, sangre como símbolo de victoria y gritos de triunfo sobre el cuerpo desmayado. La violencia sin límites se aplaude, se viraliza, se imita. ¿Y las consecuencias?
Los jóvenes reproducen esa misma lógica en su vida diaria: desobediencia, irrespeto a la autoridad, desprecio por las normas, culto al ego y a la victoria sin importar el precio. Enfrentamos una profunda crisis de valores.
En Ecuador y en gran parte del tercer mundo, los índices de corrupción, violencia y descomposición social van en aumento. Quienes deberían dar el ejemplo —autoridades, legisladores, fuerzas del orden, abogados— son los primeros en romper las leyes que juraron defender. Y cuando la ley se vuelve un accesorio, el resultado es el caos.
Las leyes son la base del orden y la justicia. Una sociedad sin reglas claras, sin ética ni moralidad, está condenada a autodestruirse.
Necesitamos más que nunca un liderazgo que inspire respeto, ciudadanos que valoren la honestidad y un entorno donde se premie el comportamiento correcto, no el más agresivo ni el más audaz.
Esperemos que en esta nueva etapa democrática se recupere el honor, la ética y los valores, porque he olvidado de estos temas, lo que muchos políticos actuales jamás aprenderán en sus vidas.