Todos reconocemos las grandes ventajas que tiene el turismo sobre otras actividades económicas. Genera empleo sin necesidad de invertir mucho en capacitación, desarrolla regiones deprimidas y alejadas de los centros económicos tradicionales, promueve otras actividades como la construcción, la agricultura y el transporte, aumenta el flujo de divisas sin destruir los recursos naturales, tiene una tasa de crecimiento alta y sostenida y promueve la imagen del país en todo el mundo.
Es por eso que en los gobiernos de Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Rafael Correa han hecho el mismo anuncio: “El turismo es vital para el Ecuador y declaramos política de Estado su desarrollo”.
Lamentablemente hay una gran distancia entre el discurso y la realidad. Esta actividad ha sido relegada en el pasado y este Gobierno no ha cambiado para nada esta triste circunstancia.
Los ejemplos están a la orden del día: El Directorio del Fondo de Promoción, vital para el desarrollo del turismo, lleva ocho meses sin sesionar. De los 10 funcionarios encargados de esta actividad, no queda ni uno. La última empleada renunció la semana pasada y nadie sabe qué hacer con los siete millones que están depositados en el fondo producto de la tasa cobrada en los pasajes aéreos.
De las 14 ferias internacionales de turismo a las que asistía el Ecuador, este año ha estado presente en tres: Madrid, Bogotá y Berlín.
Por la inoperancia del Ministerio de Turismo, el Gobierno ha resuelto rebajar 10 millones de dólares a su escuálido presupuesto. El nuevo Ministro acaba anunciar que la reforma a la Ley de Turismo, que fue a lo que se dedicó la ministra Sión durante dos años, no será utilizada y harán una nueva.
El Código de la Producción, que fija los estímulos para la inversión turística, lleva dos meses de retraso y recién la semana pasada recibieron los asambleístas un borrador para comenzar el análisis de la ley.
El plan de señalización turística no se pone en vigencia, ni se revisa el mandato ocho para las actividades estacionales como el turismo. Las normas técnicas para las actividades turísticas siguen pendientes. Como verán la lista es interminable, pero al fin se trata de dejadeces.
Pero también hay proactividades que golpean fuertemente a la actividad: el Gobierno impuso un recargo del 300% para el combustible que usan los operadores navieros turísticos de Galápagos y hace un mes redujeron el horario de expendio de licores de bares, hoteles y restaurantes a la mitad. A esto se suman los congestionamientos y pésimas instalaciones de los aeropuertos de Quito y Baltra en Galápagos, los dos destinos de mayor visitación turística internacional.
Por eso me pregunto: ¿le interesa realmente el turismo al Gobierno?