Trump legitimado

Trump es una calamidad, un desastre y un peligro (por suerte hay un aparato institucional que -aunque amenazado- le impide hacer lo que le plazca, cosa que no ocurrió en nuestras desafortunadas repúblicas del sur). Es populismo al extremo, sin atenuantes, sin matices. “Tenemos planes, y tenemos muchos diferentes planes. De hecho, tenemos planes que ustedes no conocen -planes de seguridad social y asistencia sanitaria- que van a ser tan buenos. Y, mucho más baratos tanto para el país como para la gente, y mucho mejores. … Nadie conoce sobre planes de seguridad social y asistencia sanitaria como Donald Trump.” El hombre habla así, esa es la calidad del discurso del líder del país más poderoso (y eso que en esta cita es más elocuente de lo normal). Luego, cuando no fue capaz de presentar una propuesta viable se cubrió con esta extraordinaria excusa, “Nadie se imaginó que la seguridad social y la asistencia sanitaria serían tan difíciles.”

Trump prometió que en el primer día de su gobierno emitiría decretos para sacar a la inmigración ilegal del país, cambiaría el aparato de seguridad social y asistencia sanitaria, tendría una reunión con los generales militares y les daría la instrucción de “tener un plan para derrotar al Estado Islámico en treinta días”, establecería límites para la contratación pública de nuevos funcionarios, terminaría el desmantelamiento de la industria carbonera, arreglaría la administración dedicada a los veteranos de guerra, eliminaría la prohibición de portar armas en las escuelas, además de otras promesas. Obviamente imposible, obviamente populista, obviamente solo palabras para que el votante iluso se emocione.
Su presidencia poco a poco está corroyendo el otrora fuerte entramado institucional del país. Se ha generado una ola de políticos influenciados por Trump que han decidido explotar el populismo. Paralelamente, la gente va perdiendo fe en la clase política. Y, lo peor de todo, parece que aquel “líder” puede ganar una batalla pequeña que legitime todo.

Con su típico estilo pendenciero e inmaduro (alejado de cualquier tradición diplomática), fue a exigir que los países de la OTAN aumenten sus contribuciones para que los aportes de EE.UU. puedan ser menores. Lo hizo sin soportes técnicos ni argumentaciones sesudas, puro berrinche.

Pues… parece que puede funcionar.
El flamante jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, salió a decir que debe considerarse seriamente esa exigencia estadounidense. Otros líderes europeos también parecen estar persuadidos. Difícil de explicar, tal vez sea que no están acostumbrados a ese tipo de actitudes. Pero, similar a la anexión de Crimea por Vladimir Putin, puede funcionar como una victoria que -bien mediatizada- logre limpiar y de paso justificar todo lo negativo de este antilíder.

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