Después de una campaña, por muchos calificada de aburrida y apática, el presidente Correa fue reelegido con una amplia mayoría de votos. Aseguró recibir el triunfo con humildad y ofreció radicalizar su revolución para que se vuelva irreversible. Comparó su decisión a la llamada “doctrina Sucre” recordando que el Mariscal de Ayacucho, al triunfar en Tarqui, exigió del vencido lo mismo que le había pedido antes de la victoria. Pasó a calificar con la consabida dureza a la prensa que considera mediocre y corrupta y a los poderes fácticos que -afirmó- han sido derrotados en la contienda electoral.
El resultado es importante para Correa. El pueblo le ha confirmado un mandato claro y ha elegido una Asamblea en la que el Gobierno dispondrá de una mayoría suficiente para imponer su voluntad sin limitación alguna. Es precisamente en situaciones como esta cuando conviene subrayar la necesidad y conveniencia de escuchar la voz de las minorías. En un contexto democrático, las decisiones se toman según el pensamiento mayoritario, pero es indispensable reconocer el valor de las opiniones distintas a la propia, reflexionando, a la luz de la experiencia histórica, sobre cuánto de verdad hay en eso de que el pueblo nunca se equivoca. Si así fuera, ¿por qué el mismo pueblo que eligió a Bucaram o a Gutiérrez los derrocó después? Hubo otro auténtico triunfador en los comicios del 17 de febrero: Guillermo Lasso. Durante la campaña puso en vigencia una manera distinta de luchar en política. Defendió principios y valores, se presentó con dignidad y actuó dentro de los límites de la decencia, la rectitud y la ley. Tal conducta le prestigió y suscitó adhesión y admiración generales. A pesar de la inequitativa campaña que favoreció al Gobierno, Lasso conquistó los votos de una cuarta parte del Ecuador y seguramente más simpatías, inclusive entre los que no votaron por él. El apoyo homogéneo recibido en todas y cada una de las provincias le da una nítida envergadura nacional. Mientras algunos movimientos y partidos políticos se han visto al borde de desaparecer, Lasso ha logrado consolidar al movimiento “Creo” -cuyos dirigentes han demostrado inteligencia y dinamismo- como la segunda fuerza política en la Asamblea.
Se ha convertido en la única alternativa válida, en lo personal y en lo ideológico, frente a Correa. Criticó al Gobierno con entereza y argumentos, pero tuvo la nobleza de reconocer el triunfo de Correa y desearle éxito en todo cuanto vaya en beneficio general. Cada vez más, el país identificará en Lasso al defensor de valores éticos, respetuoso de las libertades y derechos, que podrá darnos la orientación, serenidad y concordia que tanta falta nos han hecho en estos últimos seis años, para atacar en conjunto a nuestro único enemigo: la pobreza.