Milton Luna Tamayo
Trituradora
Nuestra política es una trituradora. Todo el que ingresa a ella termina destrozado. Uno de los peores empleos debe ser el de presidente de la república. Hagas bien o hagas mal tu trabajo, seas de cualquier ideología, tarde o temprano, en cualquier espacio, más aún en Twitter, mentan a tu sagrada madre en los peores términos, trapean el piso con tu honor y apellido, destruyen a tu familia. Montan juicios y terminas en la cárcel o fugado en algún lugar del planeta.
Hagas bien o mal tu gestión, sea por tus propias faltas o por algún ineficiente o pillo de tu equipo, te marcan para siempre, ya que quieras o no estás en la historia. Si sobrevives la presión será por la contención de tus seres queridos o por el trabajo de un buen psicólogo. En el peor de los casos terminarás, como el ex presidente peruano Alan García, quitándote la vida.
¿Quién quiere ser presidente en este infierno? Pocos. Unos, pueden soportar tremendo destino, ya que están blindados por su codicia, que les permite por un tiempo aguantar la trituradora, para luego gozar de los millones mal habidos en el alto puesto. Otros, persiguen vivir la experiencia por la vanidad, para embadurnarse de oropel, homenajes, viajes, reverencias, endiosamiento pasajero, y para tener colgado su retrato en el Salón Amarillo de Carondolet. Pero, también existen, los que inspirados por alguna ideología o convicción ética profunda, quieren sinceramente sacrificarse para servir desde el estado a los demás.
Estos, personajes son verdaderos héroes, pero se van extinguiendo. Por su convicción podrían aceptar cualquier rol: presidente o lo que sea. No importa el puesto. Importa servir. Sin embargo, son cada vez menos, ya que, ante el temor de ser pulverizados por la politiquería, prefieren ver los toros desde lejos, no aceptan cargos de responsabilidad pública. Entonces, ante el vacío, los vivarachos y corruptos se toman la dirección del estado. Sin embargo, y a pesar de la trituradora, los mejores hijos del país deberían organizarse ya.