Cuentan que por 1905, cuando el tren estaba por llegar a Riobamba, hubo gente que se opuso a su construcción. El argumento central de quienes estaban en contra de la obra que iba a unir el país, era que un ferrocarril destruiría los trabajos de los arrieros que hasta esa fecha se dedicaban a transportar carga de la Costa a la Sierra.
Afortunadamente no se hizo caso a los críticos y en ese año la vía férrea alcanzó Riobamba, para llegar a Quito en 1908. Con esa enorme obra, el Ecuador empezó, al menos en el sentido económico, a funcionar como un solo país y la Sierra se abrió al mundo y un mundo se abrió para la Sierra.
Por cierto, no es casualidad que justo en 1906 se hayan fundado este Diario, la Cámara de Comercio de Quito y el Banco del Pichincha, atestiguando de esa manera que ese fue un período de enorme innovación para la Sierra ecuatoriana.
Pero volviendo a los críticos del ferrocarril, es fascinante pensar que alguien haya tenido la miopía de defender a los arrieros y de criticar al ferrocarril. Era obvio que esos sacrificados trabajadores que se ganaban el pan de cada día arriando mulas que transportaban las más variadas cosas de la Costa a la Sierra iban a quedar casi sin trabajo por la competencia del ferrocarril, pero ese era el costo del progreso y es absolutamente evidente que los beneficios eran mayores que los costos.
La leyenda dice que el tema de los arrieros llegó al Congreso de la época y que algún diputado tuvo la candidez de criticar al tren. Ante eso, un diputado lleno de chispa y picardía (en esa época los había y muchos) dijo apoyar al crítico y además, propuso la construcción de varias murallas en el camino para que los arrieros tengan que hacer transbordo varias veces en el viaje y, de esa manera, se cree empleo para más arrieros y para “transbordadores”.
Pensar que hubo gente que, en su momento, criticó el tren, trae a la mente a los actuales críticos de las “alternativas para los taxis”, todos aquellos que no se dan cuenta de que el progreso está en una presencia del internet cada vez más ubicua en nuestras vidas y que la supuesta “amenaza” que esas plataformas representan para los taxis tradicionales no es más que la amenaza que para todos representa la modernización, el avance y el progreso.
Pero recordemos que ese progreso, con sus fases de “creación destructiva”, es el que ha generado el período de mayor bienestar para los seres humanos en toda su historia. Y que esos avances también han afectado al Ecuador y que, a la larga, los beneficios siempre han superado a los costos.
Y con un poco de picardía, si los taxis vuelven a paralizar la ciudad, deberíamos proponer la construcción de murallas dentro de la ciudad para que los pasajeros tengamos que hacer transbordo y demos más empleo a más taxistas.