Dos hechos adquieren relevancia: el 25 de noviembre celebraron el Día para eliminar la violencia contra la mujer, bajo el lema “Vivas nos queremos”, en alusión a la terrible realidad actual de que por cada 10 mujeres, 6 han sido víctimas de maltratos y hasta muerte. También, en las fiestas de Quito desarrollan el XIV Festival del Piropo (lisonja) por el Club de Poesía La Delicia y 12 instituciones educativas.
Se escuchan piropos que ensalzan la belleza de la mujer y su feminidad, lo cual adquiere alta importancia en esta época cuando, para ellas, utilizan el adjetivo vulgar: “las peladas”; y cuando se recuerda el insulto del exPresidente señor Correa, quien calificó a una señorita periodista con el peyorativo de “gorda horrorosa”, es decir muy fea, horrible.
Hay un libro que circula desde hace muchos años y que debiera ser de lectura y discusión obligada en los colegios: es el “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras”, cuyo autor es Manuel Antonio Carreño. La Urbanidad, para él, es el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras.
Las mujeres jóvenes deben rechazar, incluso airadamente, el calificativo de “peladas”.
El Manual de Urbanidad contiene esta cita: “La mujer tendrá por seguro norte, que las reglas de la urbanidad adquieran, respecto de su sexo, mayor grado de severidad que cuando se aplican a los hombres; y en la limitación de los que poseen una buena educación sólo deberá fijarse en aquellas de sus acciones y palabras que se ajusten a la extremada delicadeza y demás circunstancias que le son peculiares”.
Las mujeres en general deben tener en cuenta esta parte del mencionado libro: “La mujer encierra en su ser todo lo que hay de bello e interesante en la naturaleza humana, esencialmente dispuesta a la verdad, por su conformación física y moral … “En su corazón encuentran digna morada las más eminentes cualidades sociales”.
La educación impartida en escuelas y colegios, debe hacer énfasis en asuntos de moral y ética. La sanción legal, con prisión y castigo no es suficiente para enderezar la conducta de rústicas personas que tratan a la mujer como un objeto, a quien considera una especie de propiedad inclusive de su vida y su destino. Simultáneamente, debe haber una ilustración general y constante en las aulas educativas, pues los jóvenes que vienen dejarán a un lado las malas costumbres instaladas en los tiempos actuales.
La sociedad de hoy, en cuya buena parte domina el afán del dinero, al parecer necesita caminar por un nuevo sendero, que sería señalado por la educación de la juventud, basada en la ética. De otro modo, días de crisis profunda podrían producirse -y pronto- con resultados nefastos de violencia y ausencia de protección, en particular de la justicia.