Hace 100 años estalló la I Guerra Mundial, que alcanzó dimensiones y características hasta entonces desconocidas en la historia humana. La comunidad internacional carecía de un marco institucional que pudiese abocar conocimiento de la situación y acaso evitar la ocurrencia de semejante catástrofe.
No hay que olvidar que para el derecho internacional clásico la guerra era un atributo de la soberanía de los Estados y un recurso lícito para la solución de controversias. Hubo intentos de cambios, como la creación del Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya (1907), pero prevalecía una atmósfera de tensión entre las grandes potencias, estimulada por una inocultable carrera armamentista.
Solo después del conflicto se creó la Sociedad de Naciones, que se ocuparía de la seguridad colectiva y de mantener la paz y la seguridad internacionales. La causa inmediata de la guerra fue el asesinato perpetrado en Sarajevo, en junio de 1914, del archiduque Fernando Francisco, heredero de la corona del Imperio Austro-Húngaro, pero un intrincado mecanismo de alianzas militares abrió cauces al conflicto. De un lado estuvieron Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y Turquía.
Las potencias aliadas fueron 13, siendo las principales Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y Rusia. En observancia de su tradicional política aislacionista, EE.UU. no participó desde el comienzo de las operaciones bélicas, que duraron de 1914 a 1918, sino a partir de 1917, cuando la barbarie había cobrado ya varios millones de víctimas. Su ingreso a la guerra contribuyó decisivamente al éxito de los aliados.
El presidente Wilson jugó un papel protagónico en el proceso de negociaciones de la paz, con su visión idealista de una política exterior cimentada en principios éticos y orientada a la instalación de un mundo seguro para la democracia. Son bien conocidos los “Catorce Puntos” de Wilson, contenidos en el discurso que pronunciara ante el Congreso de su país, con propuestas innovadoras en el escenario internacional. El Punto 14 configura la creación de la Liga de las Naciones como una organización internacional que reemplazaría al sistema de “equilibrio de poder” en la consolidación de la paz. Sin embargo, EE.UU.no se incorporó como Estado miembro.
Al término de las hostilidades se convocó la Conferencia de París, con 27 Estados, para aprobar el Tratado de Versalles (1919). Allí estuvieron, entre las figuras de mayor relieve, Clemenceau y Lloyd George, líderes de los Cuatro Grandes (EE.UU., Francia, Gran Bretaña e Italia), que asumieron las decisiones fundamentales, en cuestiones militares, territoriales y económico-financieras.
El famoso instrumento contiene la “cláusula de la culpabilidad”, que le atribuyó a Alemania toda la culpa de la Primera Guerra Mundial. Además, las “reparaciones” que le impusieron contribuyeron al encumbramiento de Adolfo Hitler y al estallido de la Segunda Guerra Mundial.