La COP 21 de París, conferencia promovida por las Naciones Unidas en contra del cambio climático, logró que 195 gobiernos se comprometieran a bajar sus emisiones de dióxido de carbono o CO2, de tal manera que la temperatura del planeta no suba más de 2 grados Celsius respecto de la era preindustrial. Así se viabilizó una transición hacia una economía basada en las bajas emisiones.
Los tres avances para mantener la atmósfera en condiciones de evitar un cambio climático catastrófico son: los compromisos que los países han hecho, la aceptación de revisiones de métricas y avances cada cinco años y la disposición de establecer los medios para el financiamiento.
Hay que entender que la gran meta, según el mundo científico, no es solo bajar las emisiones de gases que producen el efecto invernadero, sino lograr un planeta que sustente la vida humana, lo que requiere otras soluciones, como parar la deforestación, resolver la falta de agua y saneamiento, cuidar los océanos, duplicar la producción de alimentos con la cantidad de tierra usada hoy, generar educación y habilidades en concordancia con la evolución tecnológica y necesidades sociales.
Los avances de París son un acuerdo político, un consenso razonable para abordar el conflicto climático, pero es solo un comienzo. En la ejecución y el cumplimiento de los compromisos, el mundo de la política es insuficiente, por lo que el rol estelar está ahora en las empresas y en la presión que ejercerá la sociedad civil.
La creación de incentivos y mecanismos para financiar la transición hacia una economía basada en energías renovables será relevante. Cada año se invierten 2,4 trillones de dólares en nueva generación de energía, y todavía más de la mitad de esta capacidad nueva está basada en fósiles por la mejor rentabilidad. Pero los costos de las energías limpias han mejorado exponencialmente en los últimos 10 años, y junto con nuevos mecanismos deben llegar a una hegemonía casi total.
Fijar un precio al carbono es clave, por lo que en los próximos años, a escala global, se establecerán impuestos a las emisiones, con otras iniciativas para reinventar un mercado de créditos y bonos de carbono sin precedentes.
La transición no está libre de obstáculos. La diversidad de expectativas (hay países que exigen un máximo 1,5 grados cuando los compromisos actuales aún son insuficientes para 2); la situación distinta de los países en lo económico y político genera desigualdades en el acceso a los recursos de financiamiento; y, las distintas convicciones o niveles de cohesión interna respecto de cumplir una ejecución efectiva.
Después de la revolución industrial, los fertilizantes agrícolas, la cibernética, la Internet y la comunicación móvil, la economía baja en CO2 será preponderante en desafíos y grandes oportunidades en los próximos 30-40 años.