Cada nueva Asamblea la juzgamos peor que la anterior. En el Consejo de Participación hay una permanente lucha por el poder. Elecciones presidenciales con 16 candidatos muchos sin una propuesta coherente. El problema de fondo es nuestra falta de cultura cívica. Ningún sistema electoral puede sobreponerse a esa deficiencia. Pero su transformación integral por lo menos lo mejoraría.
El financiamiento público de las campañas y la obligatoriedad de los medios de darles igual cobertura a todos estimula a que surjan candidatos presidenciales espontáneos, y otros cuyo objetivo es chimbar a uno de los favoritos. Que se mantenga la financiación pública, pero como reembolso después de las elecciones y solo a los candidatos que alcancen el 5% de los votos válidos. En las elecciones recientes, solo se hubiera reembolsado a 4 de los 16. Que el Tribunal Electoral registre las encuestadoras serias, y en los debates presidenciales solo participen los candidatos que superen 5% de intención de voto en el promedio de las encuestas. Que los medios tengan plena libertad en la cobertura de elecciones, sin cuota de cobertura para cada candidato. Con esto, el electorado conocerá mejor a los candidatos opcionados, y votará con más conocimiento de causa.
La elección de asambleístas debe ser en la segunda vuelta, para favorecer a las dos facciones principales, y que haya un partido de gobierno con fuerte apoyo legislativo y asimismo un principal partido de oposición legislativa. Solo los partidos o movimientos con el 5% o más en las elecciones para asambleístas nacionales tendrán derecho a estar representados en la Asamblea. Esto pone fin a los asambleístas sin filiación política que negocian su voto. Reelección indefinida de asambleístas; muchos entran ignorantes en materia de políticas públicas, y cuando finalmente están duchos, tienen que irse a su casa.
Eliminar instituciones que solo complican la relación entre poderes del Estado: el Consejo de Participación y el Consejo de la Judicatura.