Son los habitantes los que, con su conducta y sus cualidades o defectos, prestigian o avergüenzan a un país. Los distintos órganos de gobierno se integran con ciudadanos escogidos en procesos electorales; los electores seleccionan a los que consideran los candidatos más idóneos y les eligen con la esperanza de recibir de ellos el cumplimiento de sus ofertas de campaña. Son pocos los políticos que, una vez que alcanzan el poder, se mantienen honestos y se afanan por servir a la colectividad, por desgracia, abundan aquellos que aprovechan los mandatos en beneficio partidista y personal, en una clara traición a la motivación que animó a los sufragantes a votar por ellos.
Una historia de una década copada de abusos e inmoralidades se ha extendido como un magma obscuro y pestilente en los mandos medios de varias instituciones: ministerios, juzgados, fiscalías y sobre todo en la legislatura. Esta fuerza negativa, que se mantiene en reposo relativo, pues da zarpazos en unas ocasiones y ataca taimadamente en otras, con el fin de desestabilizar a todo gobierno que no se identifica con ella, para obligarle a que borre las sentencias que, por corrupción, han sido impuestas por el sistema judicial a los líderes y principales que fueron autoridades y funcionarios.
Claras han sido las muestras del afán conspirador desesperado de los asambleístas, representantes de ese grupo político, que han fracasado en sus malintencionados intentos de desarmar la justicia y atacar a las bases institucionales del Estado, mediante acciones turbias y perjudiciales para el ordenamiento nacional, como han sido los fallidos juicios ya a la valiente y ejemplar Fiscal General, Dra. Diana Salazar, ya a la Canciller Sommerfeld y como cercana culminación el triste y criticable papel que cumplieron los mal preparados interpelantes de la bancada de Alianza País, en el forzado juicio instaurado a la culta, altiva y señorial dama Dra. Mónica Palencia, Ministra del Interior, que demostró, con mucha altura, que la firmeza, el orden y la educación, se imponen a la politiquería, a los gritos, a las trampas y a las escenas histriónicas.
Esta última derrota del correísmo tuvo como pretexto inicial el afán de la Embajada de México de proteger al exvicepresidente Glas y de brindarle asilo político en México, pese a que estaba sentenciado aquí, en el país, por varias causas. El gobierno nacional actuó rápidamente para evitar ser engañado y volvió a apresar al condenado, en el interior de la embajada, ante la falta de colaboración de las autoridades diplomáticas mexicanas; de inmediato la bancada correista amenazó a la Sra. Ministra con enjuiciarla y sumaron otras acusaciones, muchas de ellas absurdas. Curiosamente, el pretexto inicial fue desapercibido en el transcurso del juicio y no se lo mencionó, pero quedó ratificado que los asambleístas, de esa bancada, no defienden la soberanía ecuatoriana y que, junto a su principal líder prófugo, defendieron a México en contra del Ecuador, en otro acto de traición a la patria.
Obsesionados, como viven, trataron de destituir a la Sra. Ministra, no les importó burlarse de la justicia y durante el trámite del proceso legal, quisieron enfrentarla con un exfuncionario del gobierno de Correa, en forma similar a lo que intentaron hacer con la Fiscal Salazar; pero no lo consiguieron.
Anhelan volver al poder, porque en el largo período anterior financiaron su futuro económico y hoy tratan de complementar su enriquecimiento ilícito.
Apelamos a los fanáticos para que capten la realidad y no respalden más a la gente que en 10 años hizo mucho daño y lo sigue haciendo a través de sus partidarios infiltrados en oficinas e instituciones públicas.
Defendamos la honradez, la ética y el compromiso total de enaltecer siempre a nuestra patria y frenemos a esos políticos que ofenden permanentemente a la moral pública y respaldan, sin ningún recato, a todo tipo de delincuentes, a los que incluso incluyen en sus cuadros gubernamentales y legislativos.