Carl Friedrich, en 1954, hace setenta años, publicó una obra titulada «El carácter único de la sociedad totalitaria». Definió al totalitarismo como una forma de dominio político, centrándose en identificar las características comunes entre el fascismo y el comunismo como formas totalitarias, con cinco aspectos comunes:
Uno: La ideología oficial, instrumento de gobierno, a la que deben adherirse y hacer suya todos. Se proyecta como la única versión y verdad oficial. El eje y centro del pensamiento que lo explica todo. Un solo partido conducido por un solo hombre. El amado líder. Iluminado. Infalible, inmune y único guía. Es el redentor o mesías. Sistema organizado centralmente; se enquista en el Estado, lo asimila y se coloca por encima del mismo. El partido único es, a su vez, el exclusivo canal de representación. Las elecciones son simulacros, puesto que todos los candidatos son del partido único y escogidos por el Líder.
Dos: El Estado es el poderoso líder. La complejidad burocrática se derrite y se fusiona en la figura del dictador. Es el todo. Envanecido y arrogante; desconfiado e Intocable. Infalible e invencible.
Tres: El monopolio del uso de la fuerza y el control de la policía, el ejército y de las armas. Todo en manos del partido o instancias sometidas al jefe Supremo. Sí, hace falta, guardia a las órdenes del jefe para sofocar cualquier intento de disidencia o riesgos de perturbación.
Cuatro: Un sistema de control policiaco. Vigilancia y hasta terror psíquico o psicológico. No hay opción, sino el sometimiento, el destierro y silencio. La otra alternativa es simplemente terminar con la existencia de quien incómoda.
Cinco: El control absoluto y total de los medios de comunicación masiva. El Estado es de propaganda. La vigilancia de los medios como instrumento de control del pensamiento para moldearlo en una sola línea y color. La verdad oficial. Incuestionable. Indubitable. La disidencia será invisibilizada o simplemente castigada con el destierro y la muerte. Recordemos los Gulags de Stalin o los campos de concentración nazis. Ahora, los centros de aislamiento y tortura en Cuba, Nicaragua o Venezuela
Estas eran las características que Carl J. Friedrich definió como propias de los totalitarismos. Luego, junto a Z. Brzezinski se agregó un sexto rasgo: El carácter de centralización total de la economía. No olvidemos la famosa Nueva Política Económica de Stalin que la implanta a partir de 1928, donde el Estado determina qué producir y cuánto producir, esclavizando a millones de personas, campesinos, agricultores desplazados, castigados, asesinados y muertos por el agotamiento y hambre. El Supremo no deja nada suelto. Todo está bajo su control. Partido y Estado se implantan y el resultado es el líder intocable y endiosado. En el totalitarismo nada queda suelto ni al azar. A todo esto, se denominó El síndrome de los seis puntos. En los totalitarismos el Líder es la encarnación de la voluntad colectiva. Los dictadores son envanecidos y soberbios. Promueven una constante agitación y movilización de los adeptos que controlan.