Sin lugar a dudas un tema tan sensible ameritaba mayor debate y reflexión, una suerte de camino intermedio entre una consulta mal llevada y la aprobación expedita en la Asamblea.
Pero el Gobierno logró sellar la autorización parlamentaria tras una discusión récord de 10 horas, producida apenas 50 días después de haber anunciado la decisión de extraer petróleo en una parte del Parque Nacional Yasuní. Si ese hipotético debate nacional se hubiese dado, es posible que las explicaciones técnicas, tanto sobre el modo en que se protegerán los valiosos recursos de la reserva como sobre la necesidad de extraer el crudo bajo tierra, habrían sustituido una serie de exposiciones militantes y politizadas, y por ende repetitivas.
También nos habríamos ahorrado, entre otras cosas, la ocurrencia de la Presidenta de la Asamblea de enriquecer la discusión con una frase de barricada, al defender la explotación como un modo de que la tortilla se vuelva, para que los pobres (entre los que se incluyó) coman pan y los ricos “mierda, mierda”.
Por fortuna, el autor anónimo citado no hizo ninguna disquisición sobre la composición del material cerebral.
La simple repetición de que los derechos humanos de grandes sectores están por encima de los derechos de la naturaleza, o el argumento de que solo se tocará una parte pequeña de la zona intangible, no alcanzan para persuadir a la opinión pública, y sobre todo a los jóvenes, de que no se producirán los daños irreparables que una actividad extractiva puede provocar tanto a la naturaleza como a los pueblos en aislamiento voluntario.
En el Ecuador hay varios ejemplos de cómo el petróleo ha sido un factor de graves problemas urbanos y sociales. Este tema es más sensible cuando se piensa en lo que pudiera pasar con aquellos seres humanos que se niegan a ser parte de la ‘civilización’ y que pese a todo pueden quedar atrapados en una lógica desarrollista sin más ni más, como sucede con poblaciones ya contactadas.
El equilibrio entre la preservación de este patrimonio y la necesidad de desarrollar la región amazónica es un terreno sembrado de dificultades, y el clientelismo no es una buena hoja de ruta. Las paradojas y tensiones entre los dos mundos fueron encarnadas en el discurso inesperado e incómodo para el oficialismo de la dirigente wao Alicia Cawiya, quien con menos ‘erudición’ que Gabriela Ribadeneira pero con más autenticidad expresó sus puntos de vista.
Poco se ha hablado y se ha informado sobre las cifras de la explotación y su vinculación con el presupuesto en general y con la actividad petrolera en particular. Y apenas se conoce la realidad técnica y presupuestaria de Petroamazonas para emprender el cometido.
Los asambleístas quizá se dejaron embargar por la ilusión de que ya el mal trago pasó. Pero la autorización es solo el comienzo. ¿Valió la pena tomar el atajo?