Torpezas políticas

Las torpezas también se producen en política y a pesar de que se desmienta en cadenas sabatinas y en las de otros días se originan en el gobierno, pero también en la oposición y en el sector de los indiferentes llamados independientes. Por ejemplo, ¿tiene alguna explicación la adhesión a la Ministra de Salud por el extraño caso de la adquisición de las ambulancias y que se pida al pueblo que milite en su favor las calles? ¿En qué quedó lo del debido proceso y la justicia en la ‘revolución ciudadana’?

¿Fue o no una torpeza que en uno de los pasados suplicios semanales se diga, ante la primera concertación demócrata de los bloques parlamentarios sobre la ley de comunicación que produce un revoltijo de tripas. ¿Se olvidaron que el Ejecutivo es colegislador?

¿No fue una torpeza ciudadana, política y jurídica escandalizar de parte de muchos o todos por el cambio del tipo penal en el auto de llamamiento a plenario en el caso Isaías? ¿Se protestó de la misma manera cuando se escogió a los conjueces de manera directa y ad-hoc? ¿No fue acaso el propósito estratégico politizar el tema y así evitar el proceso de extradición?

¿Correspondía a un asesor jurídico de la Presidencia defender -casi como en una audiencia de estrados- al Fiscal General olvidándose de la división de las funciones del Estado y de los cauces de la justicia ordinaria?

¿No corresponden a esta categoría la marcha de Guayaquil por un problema municipal presupuestario cuando esa comunidad demanda la defensa organizada que logre superar el avasallamiento político, geográfico e institucional de que ha sido víctima durante tres años?

Sin embargo, lo de la torpeza no debiera llegar a niveles estatales. Es el caso de un alto funcionario, que sufrió como cualquier mortal los estragos de un accidente de tránsito familiar y que en vez de una oportuna licencia ha llegado al extremo de crear un problema político de nivel estatal que termina reciclando el bochorno personal e institucional ad infinitum hasta concluir en el principio que fue la licencia.

¿Lo sucedido en Machala -gesto obsceno, iracunda e incontrolable reacción, represión y arrepentimiento- en qué casillero enciclopédico se lo puede ubicar?

Repasando este abecedario de la Nación, vale indagar ¿si algunos lúcidos intelectuales de izquierda, sufren de insomnio, pesadillas y demás terrores nocturnos? ¿Continúan vigentes sus utopías?; ¿o, la fascinación indeleble del poder las ha extinguido? Por eso vale la pena recordar a Albert Camus cuando dijo: “El gran Cartago lideró tres guerras: después de la primera seguía teniendo poder; después de la segunda seguía siendo habitable; después de la tercera ya no se encontraba en el mapa. Es probable que no se entienda lo que quiso decir un intelectual pasado de moda.

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