Puede que sea a causa del Mundial, o que la gente ya se aburrió del tema. Sin embargo, hay dos derrames trascendentales que no logran ser detenidos; aunque para ambos se hayan empleado técnicas rimbombantes, ostentosas.
Por un lado, no fueron George Lucas ni Ridley Scott quienes se encargaron de detener el crudo en el fondo del golfo. Vale la pena subrayarlo, porque la operación ‘Top Kill’ y el uso de ‘robots dirigidos por lásers con sierras de diamante’, podían confundir a cualquiera que no estuviese empapado de asunto.
Pero esta pompa es un meado de gato comparado a lo utilizado para detener el otro derrame, el desplome de las acciones de BP en los mercados financieros. Para que los precios no sigan en caída libre, BP repartió dividendos a los accionistas. Esto implica repartir riqueza a los poseedores de la empresa, con la consecuencia de que estos no venden su cuota o al menos lo harían a un precio mayor de lo repartido.
Lo alucinante es que BP repartió riqueza precisamente en el momento que enfrenta pérdidas evaluadas en USD 69 000 millones, a causa de los gastos de limpieza y reparación del derrame. Cosa que trasciende de lo alarmante a lo descarado.
Lo más sorprendente es la aceptación de la opinión pública. Salvo escasas excepciones, el mundo ha sido comprensivo con la empresa, al entender que no solucione el problema con toda su capacidad económica y que evacúe una gran parte de sus activos hacia los inversores para mantenerlos contentos.
Pero a pesar de las titánicas operaciones, las acciones siguen cayendo y el petróleo saliendo. Pero he aquí la clave del asunto, muy pocos especulan con el fin real de BP. Nadie parece creer que la cuarta mayor empresa del mundo pueda caer.
A nivel global hay un trauma colectivo del riesgo sistémico que se desató cuando el Gobierno americano dejó a Lehman Brothers derrumbarse. Ahora, aunque hayan crisis de proporciones históricas, los poderes públicos acuden a salvar a los afectados, aunque hayan sido ellos mismos los culpables del desastre.
El Gobierno británico ya se ha movilizado, salió del lecho marital que suele compartir con los EE.UU., para defender a capa y espada una de sus más famosas joyas de la corona. BP parece tener el futuro asegurado. En un lapso corto, junto con los grandes bancos, y las pequeñas economías que integran la Eurozona, ya tenemos un nuevo miembro de los ‘Too big to fail”, el coloso BP.
Tanto es así, que recientemente Scott Adams, el creador de la tira cómica empresarial Dilbert, escribió: “Cuando escuché que BP estaba destruyendo una porción de la Tierra, sin que se ponga en discusión el reparto de sus dividendos, pensé en dos cosas: 1) Los odio 2) Es un momento excelente para comprar sus acciones”.