En 1999 Pedro Almodóvar presentó en los cines ‘Todo sobre mi madre’, una película que expone la capacidad humana para superar el dolor por la muerte de un hijo. El libro que voy a comentar no se llama ‘Todo sobre mi padre’, sin embargo es la historia jamás contada acerca de uno de los tantos episodios de violencia que ha sufrido Colombia desde hace más de medio siglo. “Me hago un triste café negro, pongo el Réquiem de Brahms (también conocido como Réquiem alemán) que se mezcla con el canto de los pájaros y el mugido de las vacas”. Esta referencia es solo una parte de la novela ‘El olvido que seremos’ del escritor Héctor Abad Faciolince que decide, 20 años después, narrar el asesinato de su padre, Héctor Abad Gómez, un político de ideas liberales, profesor, médico salubrista y autor de una columna en un diario, que fue la causante de su muerte en manos de los grupos paramilitares que sembraron el terror en Colombia en los años ochenta y noventa.
Abad Faciolince (Medellín, 1958), que hace pocos días estuvo en la Feria del Libro en Quito, escribe que al contar la historia de su padre no pretende vengar su asesinato porque él siempre luchó por la paz. Los asesinos de Abad Gómez siguen libres, son poderosos. Entonces ¿para qué escribe el hijo? Para lo más simple y esencial, para que se sepa, para alargar su recuerdo antes del olvido definitivo. De allí proviene el nombre de la novela, de un soneto de Borges que su padre había copiado a mano y que llevaba en uno de sus bolsillos el día que fue asesinado en Medellín. “Hay miles y miles de padres asesinados en este país tan fértil para la muerte, pero es un caso muy especial y para mí el más triste”, relata.
¿Qué palabras usa el escritor para describir a los autores del asesinato? El Diccionario de la Real Academia Española admite que esta palabra es malsonante, sin embargo tiene un significado y por eso anota que “hijo, hija de puta” equivale a una mala persona. Abad Faciolince simplemente la acorta: ¡hijueputas! “es lo que son o lo que fueron, o lo que siguen siendo si es que aún están vivos”.
En los pasajes de gran ternura de esta novela vuelve al recuerdo musical. Cuando llegaba a su casa después de una jornada extenuante, el padre se encerraba en una habitación a escuchar música clásica y luego abrazaba a sus hijos. Por eso en la novela hay también varias referencias a Mahler, especialmente a sus dolorosas ‘Canciones para los niños muertos’. Por debajo de los acordes de la orquesta que sonaba “yo oía sus sollozos, sus gritos de desesperación”. Después de leer la novela tuve la ocasión de preguntar a Abad Faciolince cómo votó en el reciente plebiscito por la paz en su país y por el hecho de que tras el asesinato de su padre, al igual que muchos colombianos, se fue al exilio para salvar su vida: “Voté sí”.