Era el año 2003 y yo cursaba mi primer año de Derecho en la Universidad de Salamanca. Un célebre catedrático de Historia del Derecho, Benjamín González Alonso, nos dijo que es una constante histórica de los regímenes tiránicos la manipulación absurda de lenguaje. Para los nazis la “solución final” era en realidad la exterminación total de los judíos, y en esos años Estados Unidos invadía Iraq bajo el “Iraq Liberation Act”.
Mientras mayor sea la manipulación, mayor suele ser el extremismo de los actos encubiertos. En la propaganda oficialista ecuatoriana en contra de los medios de comunicación se transmite el lema: “Por un Verdadero Estado de Derecho, y no de Opinión”. Ese es uno de los escalofriantes eslóganes que sirven al Presidente para desvelar cláusulas como la que quiere incluir en la legislación electoral: “Los medios de comunicación social se abstendrán de hacer promoción directa o indirecta, ya sea a través de reportajes especiales o cualquier otra forma de mensaje, que tienda a incidir a favor o en contra de determinado candidato, postulado, opciones, preferencias electorales o tesis política”.
En su cadena, Correa saltó a defender el precepto diciendo que este no prohíbe las entrevistas. ¡¿En serio?! Pues cualquier pregunta crítica, cualquier debate en torno a cualquier propuesta requiere la utilización de un lenguaje que caería dentro de la prohibición de esta frase. Entonces, ¿qué diferencia habría entre una entrevista y una simple cuña publicitaria?
Más allá de esto, la prohibición está redactada en sentidos tan brutalmente amplios que la emisión de un simple documental acerca de la crisis financiera mundial pudiese ser considerada una promoción indirecta de postulados o tesis políticas. Se torna imposible el intercambio de ideas políticas justo en épocas electorales. Sin embargo, eso es normal dentro del mágico mundo oficialista, puesto que en un verdadero Estado de Derecho nadie debe opinar (¡!).
Pero en el mundo real ese eslogan es absurdo. Estado de Derecho es el modelo en donde la sociedad se rige en función de normas jurídicas. Nuestra norma jurídica suprema, la Constitución, dice que somos democráticos. Y la democracia es un sistema en donde forzosamente los ciudadanos deben opinar, organizarse para opinar y transmitir esas ideas.
¡Qué ganas de lenguaje limpio! Me voy a dar ese capricho, luego quién sabe, talvez no lo pueda hacer en el futuro. Yo opino que Rafael Correa es una vergüenza para la izquierda, puesto que él, a sabiendas, está desmantelando la democracia ecuatoriana. Opino que es un mojigato puesto que encubre con un auto-celebrado academismo una falta de rigor intelectual que explota cuando se ven sus manipulaciones. Y opino que es penoso que hayamos llegado a un escenario como los citados por mi profesor.