Llama mucho la atención que el actual Gobierno, que se autodenomina de izquierda, esté considerando la propuesta ultraconservadora de imponer un timbre cambiario a cambio de desmantelar las medidas adoptadas para reducir importaciones.
El timbre cambiario, según su propulsor, tendría un precio a ser determinado por la oferta de divisas proveniente de los exportadores y la demanda de los importadores. El monto de divisas a subastar estaría definido por un comité compuesto por el Banco Central y representantes del sector productivo y financiero. De aplicarse este sistema, el valor del timbre y la cantidad de divisas para importación estarían fluctuando diariamente con la consecuente incertidumbre para los importadores, que no sabrían si podrán disponer de divisas cuando lo requieran ni cuál sería el precio que tienen que pagar por el timbre.
Sumando el timbre al valor del dólar tendríamos un nuevo dólar encarecido y fluctuante para importaciones. En otras palabras, se habría logrado introducir una ingeniosa devaluación para el dólar de importaciones.
Dos respetados economistas, Abelardo Pachano y Mauricio Pozo, han expresado sus objeciones técnicas al sistema propuesto. Yo quiero añadir las preocupaciones de orden práctico a la implementación del mismo. Al tener un dólar de importación de valor variable en el tiempo y de disponibilidad incierta, el sector importador tendría que pagar a sus proveedores con esa moneda y estimaría un valor aproximado, que le proteja de las fluctuaciones en el costo de sus importaciones. Esto necesariamente encarecería el precio de venta de productos importados y se convertiría en un elemento inflacionario adicional.
Estoy seguro que el actual Gobierno no permitiría la participación privada en el comité que defina el monto de divisas que salgan a la subasta y lo haría por su propia cuenta. La determinación del precio del timbre y del monto de divisas puede dar origen a manipulaciones y preferencias que arruinarían el sistema con perjuicio para los consumidores.