Se mueven al ritmo de sus intereses y obsesiones; sus afanes distan tanto de sus convicciones, que parecen no representar al electorado que los catapultó, ni conocer nada de los compromisos que adquirieron. A pesar de ello, se les escucha declarar, con desenfado, que están satisfechos de su gestión.
La Asamblea Nacional debe ser uno de los organismos más impopulares del Estado, pero a los legisladores les importa poco. Para conquistar espacios en las Comisiones Legislativas Permanentes, en el Consejo de Administración de la Legislatura (CAL) y la Presidencia misma; en los últimos días, ciertos legisladores han formado mini bloques, a los que han integrado tanto a asambleístas de bancadas opuestas cuanto a excoidearios, a quienes habrían tentado con ofertas.
En medio de la disputa por escalar posiciones, en la que los legisladores parecen inmersos, las versiones de que morenistas y correistas estarían planeando juntarse para retener la Presidencia de la Asamblea, da sentido a aquello de la esquizofrenia de la política, puesto que nadie podría presumir que el propio gobierno propicie un golpe de gracia a su frágil credibilidad, por más que esté atravesando momentos de aturdimiento ante las nuevas denuncias de corrupción, que dejan traslucir la esencia perversa de un movimiento político gestado a golpe de coimas, comisiones y sobreprecios.
Alianza País se mueve a ciegas y da bandazos. El rumor de que la exvicepresidenta María Alejandra Vicuña habría participado de las tratativas entre el bloque oficialista y el presidente Moreno, en Carondelet, para hablar de la Presidencia de la Legislatura, produce repulsión, a sabiendas de que debió renunciar salpicada por el escándalo de los diezmos. También espeluznan las zancadillas para sabotear el juicio político e intentar salvar a la excanciller María Fernanda Espinosa, aunque ello implique exhibir la impudicia de la política. ¿Cómo explicarán al mundo que el canciller, José Valencia, hable de ilegalidades (lesividad, dice) en la entrega de la ciudadanía a Assange, uno de los motivos para el juicio a Espinosa, mientras el oficialismo pretende exculpar a la funcionaria en cuya gestión se otorgó el indebido privilegio al hacker?
Que el oficialismo no haya abierto el abanico de posibilidades para que otros sectores políticos presidan la Asamblea, prueba la gula por el poder y la carencia de altura de miras para avizorar los tiempos políticos de cara a un año preelectoral y con una agenda de leyes esenciales que tendrían que ser aprobadas para procurar gobernabilidad.
Con la corrupción a cuestas, Ecuador vive en permanente emergencia ética, pero ya no da más. Para recuperar los signos vitales de la agónica democracia hay que actuar de manera urgente. Una fuerte dosis de transparencia, cero impunidad y abandonar el maligno hábito de traicionar para conquistar el poder, parecería ser la única recete posible.