Que asalten a un ama de casa mientras regresa del mercado, a un mensajero después de cambiar un cheque en un banco, a un ejecutivo antes de entrar o al salir de su oficina, a un estudiante universitario o secundario, a un turista por estar deslumbrado disparando con su cámara hacia los monumentos arquitectónicos de Quito, no es ninguna novedad, es el estado de indefensión en el que viven miles de ecuatorianos que a diario se juegan la vida frente a una delincuencia que no tiene límites.
Pero que ahora asalten a niños, a pequeñas criaturas sometidas a la violencia de peligrosos delincuentes, colma la paciencia de todos los ciudadanos. Este es un tweet que refleja el testimonio de un padre que fue brutalmente golpeado por los delincuentes delante de sus pequeños hijos: “Pa, lo que más miedo me da es que la próxima sean ladrones malos. Sí pa, unos que nos corten los dedos”. Eso le dijo a Martín Pallares su hijo Antonio, de 11 años, antes de ir a la cama a dormir, dos días después de un asalto.
Su hermanita Rosario, un año menos que Antonio, mientras ayudaba a secar la sangre a su padre le dijo: “Papi yo les pregunté si nos iban a matar y me dijeron que no”. Como todo padre que ama a sus hijos, la pesadilla que vivió Martín durante un asalto es de terror, como también es la de millares de hogares que sufren asaltos y secuestros, donde ningún derecho humano es respetado y en medio de una indolencia que alarma.
Martín había acudido al valle de Tumbaco para dejar a sus hijos que, junto a otros amigos y primos, habían planeado jugar y quizá comer una pizza. Cuando cruzaba el patio fue encañonado por cuatro delincuentes que aprovecharon las sombras de la noche para arrasar con todos los bienes materiales que encontraron en la casa de su hermano.
Siempre repetimos el lugar común de que “lo material no importa” y hasta damos gracias a Dios porque ciertos delincuentes, no todos, perdonan la vida. Vaya consuelo, porque también hay que agradecer si es que ningún niño presencia un asalto o lo sufre directamente. No hubo forcejeo, ¿acaso se puede forcejear con una decena de peligrosos delincuentes armados con pistolas y fusiles? Martín fue golpeado delante de sus hijos y sobrinos.
Las autoridades, los políticos, el poder en general, ¿se han puesto a pensar sobre el daño moral, el trauma psicológico que causa a los niños un asalto como el que sufrieron los hijos y sobrinos de Martín? Según relató el colega en su blog, todos los chicos, de entre 10 y 14 años, fueron amarrados con cordones de zapatos y con cuerdas. Durante el asalto los chicos se mantuvieron serenos, el trauma vino después, el sueño de los chicos ahora debe estar alterado. La pregunta que planteó Antonio a Martín debería ser tomada en cuenta, la sociedad está agobiada, no soporta más.