Carlos Slim afirma que Donald Trump no es ‘Terminator’ sino ‘Negociator’.
La vieja diplomacia de la negociación de los máximos y los mínimos, a partir del poder que se tiene en la mano, estaría de vuelta con el magnate estadounidense, pero mientras el tiempo pasa, lo único que vemos es una agenda política que no hace sino generar desconfianza.
La credibilidad es importante en política, y hasta ahora solo un personaje europeo como la Primera Ministra del Reino Unido, que sufre el efecto contradictorio de una votación aislacionista en una Europa y un mundo globalizados, ha mostrado cierta empatía con Trump.
El resto solo aguarda y hace sus apuestas.
En el sur del continente estamos curados de susto y espanto: una política atrabiliaria como la que ha demostrado hasta ahora Trump solo fortalecería el sentimiento antiestadounidense que ha sido el gran argumento para el llamado neosocialismo.
Paradójicamente, éste surgió al calor de la acumulación de fondos durante la ‘larga noche neoliberal’ y del buen precio de las materias primas.
Las absurdas tesis de Trump, muy bien simbolizadas en un muro físico, no resisten el menor análisis en un mundo en donde la producción de bienes y servicios, el comercio y las finanzas son globales.
Pero pudieran dar lugar a respuestas también radicales desde el resto de América, como legalizar la droga, poner sobretasas a los productos de EE.UU. y pedir visas a sus ciudadanos.
¿Pero de verdad conviene que nuestros países sigan siendo el espacio para proyectos supuestamente autárquicos, alimentados por discursos nacionalistas que son el escudo perfecto para concentrar el poder y hacer tabla rasa de las libertades individuales?
Cuando los venezolanos contaban sus experiencias con el chavismo, creíamos que se trataba de exageraciones como las de Trump.
El personalismo llevado al mesianismo y el poder concentrado nunca serán convenientes para una sociedad que aspira a la democracia.
Desde los dos extremos es posible vulnerar los derechos, desde los dos extremos es posible hacer tabla rasa de la opinión ajena. Esta reflexión viene al caso cuando los ecuatorianos nos aprestamos a escoger al próximo Presidente en apenas tres semanas.
Incluso el candidato del movimiento que ha gobernado diez años dice que hay que captar la necesidad de un cambio de época: la sociedad ecuatoriana debe escoger a alguien capaz de mejorar la calidad de la democracia. EE.UU. tiene a Trump pero tiene una institucionalidad que ojalá frene su voluntarismo. Nosotros debemos reconstruir la institucionalidad.
En ese sentido, y más todavía cuando es un ‘derecho obligatorio’, el sufragio debe ser ejercido para que incida en ese cambio. El voto nulo es protesta y el voto en blanco es permisividad, pero los dos desfiguran los resultados. Hay que tomar una opción. No más ‘Terminators’.