La revocatoria del mandato es un recurso útil, por dos razones: (i) porque impide -o, al menos, dificulta- que se consoliden los regímenes totalitarios; y (ii) porque subraya la importancia que tiene la alternabilidad en el poder de las autoridades de elección pública.
Karl Popper -un lúcido filósofo contemporáneo- es quien ha argumentado con mayor contundencia a favor de la revocatoria de los mandatos. En ‘La sociedad abierta y sus enemigos’, este pensador austríaco explicó que la democracia es una necesidad insoslayable para cualquier sociedad, no solo porque otorga el derecho a eligir libremente a las autoridades, sino principalmente porque permite que los malos gobernantes sean removidos sin que se produzcan grandes conmociones sociales.
Es que la remoción de autoridades por mecanismos no democráticos -es decir usando la fuerza y violentando las instituciones- siempre ha causado anarquía política e incertidumbre económica. Además, por la naturaleza caótica de estos procesos, las nuevas autoridades han resultado, la mayoría de las veces, iguales o peores que las anteriores. (Acuérdense, por ejemplo, de los gobiernos de Fabián Alarcón y de Alfredo Palacio).
Para evitar estos resultados perversos, Popper argumentó que la pregunta esencial de cualquier demócrata no debería ser ¿quién debe gobernar? sino ¿cómo reemplazamos un mal gobernante con uno mejor?
La primera cuestión -¿quién debe gobernar?- fue planteada por Platón, hace 2 500 años. Popper argumentó que esa es una pregunta retórica porque no admite otra respuesta que la siguiente: ‘Debe gobernar el mejor, el más inteligente, el más valiente, el más preparado, el más patriota, etc.’.
Pero resulta que ninguna autoridad es perfecta sino, más bien, falible. Por tanto, se engañará a la gente si se presenta a la democracia como un sistema para elegir ciudadanos perfectos. Además, se les hará pensar erróneamente que esas autoridades supuestamente modélicas resolverán todos los problemas que existan. Esto último, decía Popper, es un peligroso caldo de cultivo de regímenes mesiánicos y absolutistas.
Entender a la democracia como un mecanismo de alternabilidad en el poder es más conveniente, decía Karl Popper. De esta forma, la ciudadanía sabrá que tiene un sistema para evitar que se entronice la incompetencia y también sabrá que el progreso económico y social requerirá del esfuerzo común de gobernantes y gobernados.
Bajo esta óptica, la revocatoria del mandato resulta legítima y hasta indispensable. Seguramente habrá que regularla mejor para que este mecanismo no se desvirtúe demasiado. Sin embargo, habrá que mantenerla -y ejercerla- en tiempos de autoritarismo e ineptitud.